22/03/2014 - Colaboraciones
Las necesidades del pueblo y nuestros políticos
Parece que ya no hay pobres. Pues sí, los hay, y pobres de solemnidad que no tienen un techo para dormir ni un pedazo de pan que llevarse a la boca
El Papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, habla de la política y dice que es una: “altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. ¡Cuando él lo dice será así, y yo le creo! Pero, cuando veo los políticos que están al servicio de España, no encuentro en ninguno de ellos que busquen el bien común, lo que veo es que buscan su propio bien sin importarles demasiado los españoles y sus necesidades. Es posible que haya algunos que se preocupen porque mejoren las condiciones de vida y de trabajo, pero solos no pueden, hace falta una clase política y unos partidos que desde su propia ideología, de su posición de derechas o de izquierdas, les duela de verdad las injusticias que tiene que soportar el pueblo, la sociedad y los pobres. Parece que ya no hay pobres. Pues sí, los hay, y pobres de solemnidad que no tienen un techo para dormir ni un pedazo de pan que llevarse a la boca.
Estas cosas hay que pensarlas, hay que meditarlas y hay que solucionarlas. Y se solucionarían si nuestros políticos reconocieran que un partido que no es el suyo ha tenido una idea buena para que haya más trabajo, o más escuelas, o unos hospitales más seguros y más eficaces. Pero no, basta que la idea no sea de ellos para rechazarla, aunque sepan que los verdaderos perjudicados son los españoles.
El Papa Francisco se pregunta: “¿y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la transcendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social”.
Al final, como en todo, Dios es el que soluciona las cosas y sino las soluciona directamente nos da unos hombres honrados que quieren el bien del pueblo, que no buscan otra cosa que mejorar la vida de los ciudadanos de su país. Pero, desgraciadamente, hay muy pocos que piensan de esa manera.
“Las doctrinas que han querido mejorar la suerte del ser humano han surgido no por casualidad en la Europa en la que el cristianismo arrasó y en la que su mensaje fue capaz de identificarse con la cultura de un continente” (Fernando García de Cortázar).
Esto también lo ha sabido ver el filósofo Jürgen Habermas, que hace algún tiempo tuvo coloquios con el Papa emérito Benedicto XVI. En ellos, ambos intentaron expresar sus puntos de vista distintos, pero de una altura como corresponde al talento del filósofo y del teólogo.
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