La idea de la familia como un espacio vital o un conjunto de individualidades cuyas relaciones son circunstanciales y sometidas a intereses más de carácter material que espiritual está muy extendida hoy. Es una idea de la familia como una suma de individuos en la que destaca el yo y en la que cada cual plantea sus propios derechos frente a cualquier vínculo de interés mutuo. No es difícil llegar a la conclusión de que siendo la familia una institución necesaria –la más valorada en cualquier tipo de encuestas- está siendo objeto de ataques bajo la injustificada suposición de que es una institución obsoleta que coarta la libertad de las personas en un mundo como el actual, marcado por el individualismo y la cultura del yo.
A ello han contribuido no solo las corrientes filosóficas postmodernistas dominantes, sino también el desarrollo científico, especialmente con los extraordinarios avances de la Biología y la Medicina durante la última mitad del siglo XX, que han aportado un nuevo marco social de dominio sobre la naturaleza humana en el aspecto sexual y reproductivo. En este sentido, las dos novedades más notables han sido la irrupción de los métodos anticonceptivos y la tecnología de la fecundación in vitro, que han permitido las relaciones sexuales sin hijos y los hijos sin relaciones sexuales. Esto unido a la corriente de liberación de la mujer y la “ideología de género”, han dado paso a los nuevos modelos de familia y ha conducido a nuevas pautas de comportamiento social y cultural, provocando un abandono del sentido natural y también cristiano de la familia que de seguir así podemos acabar pagándolo caro.

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