Recomiendo ver la excelente película de Wes Anderson, El Gran Hotel Budapest. El director sumerge al espectador en un mundo fantasioso que recuerda algunas de las historias de Tintín para explicar la disolución de la sociedad europea de la primera mitad del siglo XX. La narración cinematográfica está perfectamente construida a partir de un relato contado de otro relato que permite a los narradores retroceder con inteligencia al pasado.
Wes Anderson ha querido recoger el espíritu de Stefan Zweig recreando en un hotel-balneario, similar a los que proliferaron en la Europa de finales del siglo XIX y principios del XX, en un imaginario país alpino de Zubrowka. Gracias a un juego de espejos se explica la particular visión de la vida que tiene el conserje principal del hotel, Monsieur Gustave H. Este personaje, que tiene nombre pero no apellido, contempla y se adapta a su tiempo, intentando sacar el máximo de partido a partir de una particular comprensión moral de las relaciones humanas.
Combina la galantería solícita en beneficio propio con una oposición al militarismo y fascismo que comienza a extenderse por la sociedad europea. Pero, sobre todo, su moralidad le lleva a la lealtad proteccionista de un joven conserje, el joven Zero, de quien se convierte en su protector. Le educa y le enseña cómo debe protegerse para evitar las inclemencias de un mundo hostil y ambicioso lleno de malvados ambiciosos. Sólo el hotel y sus normas de convivencia es el lugar seguro ante la permanente nevada que hiela las relaciones humanas. Para explicar todo esto, Wes Anderson crea todo un mundo narrativo y emplea unas imágenes que son un gran regalo por los sentimientos gracias a su mirada de un mundo que está a punto de desaparecer.
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