(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 30 Sept. 2017).- Tras recordar las ciudades de Babel y Jerusalén, el papa Francisco le señaló a los miembros de la Asociación de los Municipios Italianos (Anci, por sus siglas en italiano) que quiere hablarles de una ciudad “que no admite dirección obligatoria de un individualismo exasperado y que disocia el interés privado del público”.
Fue en la audiencia que concedió este sábado en el Vaticano al Anci, en la que precisó que esa ciudad ideal “no soporta los callejones sin salida de la corrupción, o donde se anidan las llagas de la disgregación”. Y que no conoce las máscaras de intereses de esos pocos que quieren privatizar espacios públicos.
“No se trata de elevar aún más la torre -dijo el pontífice- sino de ampliar la plaza” para “dar espacio a cada uno para realizarse junto a su familia y abrirse a la comunión con los demás”.
O sea, además de un corazón “bueno y grande que custodie la pasión del bien común”, esta ciudad necesita promover la justicia social, crear servicios y oportunidades, educando a la corresponsabilidad responsabilità compartida.
Señaló también el peligro de las dobles caminos, “una pista para los corruptos” y en la otra, “los callejones para los pobres, desempleados, familias numerosas, inmigrantes y quien no tiene a nadie para apoyarse”.
Invitó a no aceptar estos esquemas y para ello de una “política y una economía basada nuevamente en la ética” en relación “de la comunidad y del ambiente”.
El Santo Padre reconoció que existe malestar “ante la llegada maciza de migrantes y refugiados”, debido al temor del extranjeros, agravado por las dificultades económicas.
Entretanto ese malestar tiene que ser superado “con la oferta de espacios de encuentro personal y de conocimiento mutuo”. Dio así el “bienvenido a todas las iniciativas que promueven la cultura del encuentro”.
Elogió que muchas administraciones locales realicen “buenas prácticas de acogida y de integración” y deseó que las otras sigan este ejemplo. De tal manera que “la política pueda realizar su tarea fundamental que ayude a mirar con esperanza el futuro”.
Entonces, concluyó el Santo Padre “la ciudad se volverá un preludio y reflejo de la Jerusalén celeste”.
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