(ZENIT – 28 Sept. 2017).- “Nos enfrentamos a un fenómeno global que supera la competencia de cualquier comunidad o país. Con el fin de eliminarlo, necesitamos una movilización comparable en tamaño a la del propio fenómeno”, Mons. Gallagher recordó ayer en la ONU estas palabras del papa Francisco.
Se celebra del 27 al 28 de septiembre de 2017 la Sesión Plenaria del Encuentro de alto nivel sobre la evaluación del Plan de acción global de la ONU para combatir el tráfico de personas en el ámbito de la 72ª Asamblea General en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas.
El Arzobispo Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario de Relaciones de Estado, y jefe de la Delegación de la Santa Sede, intervino ayer, 27 de septiembre, en esta sesión sobre la evaluación del Plan de Acción Global de la ONU para combatir la trata de seres humanos.
A continuación, ofrecemos el texto completo de su intervención:
Desde la adopción, en 2010, del Plan de Acción Mundial de las Naciones Unidas para Combatir el Tráfico de Personas, el alcance del crimen de tráfico de personas en todo el mundo ha empeorado. Afortunadamente, sin embargo, durante el mismo período, ha aumentado el reconocimiento de las dimensiones del problema, los recursos necesarios para responder a él y la determinación de los gobiernos, de las instituciones y de los individuos para combatirlo han crecido. Es, por desgracia, un pobre consuelo porque la brecha sigue creciendo entre nuestros compromisos y esfuerzos y la realidad a la que se enfrentan las víctimas, incluidos los graves peligros que enfrentan diariamente las personas en situación de vulnerabilidad. Encontrar las medidas eficaces para cerrar esta brecha es la razón por la que estamos reunidos aquí.
Uno de los signos más llamativos y prometedores de la creciente voluntad de luchar contra el tráfico de personas es que tres de los 169 objetivos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible de 2030 están explícitamente dedicados a combatir las diferentes dimensiones de este “crimen contra la humanidad”. Sin embargo, como señaló el papa Francisco antes de la aprobación de la Agenda de 2030, en su discurso ante la Asamblea General: “Los compromisos solemnes, aunque necesarios, no son suficientes”. Nuestros compromisos para luchar contra este atroz crimen deben traducirse en acción y ponerle fin, lo más rápido posible, a plagas como “la trata de seres humanos, la comercialización de órganos y tejidos humanos, la explotación sexual de niños y niñas, la esclavitud, incluida la prostitución”, y otros males. Debemos asegurar, señala el papa Francisco, que nuestros esfuerzos son “verdaderamente eficaces en la lucha contra todos estos flagelos”. La evaluación actual del Plan de Acción Mundial nos brinda la oportunidad de evaluar esa efectividad.
Mi Delegación quisiera estructurar su evaluación sobre los avances del Plan de Acción en torno a los cuatro objetivos que la sustentan, a menudo denominados los “cuatro Ps”: Prevenir la trata de personas por medio de lo que la impulsa; Proteger y asistir a las víctimas; Perseguir a los implicados en el delito de trata; y Promover alianzas entre las instituciones gubernamentales y todas las partes interesadas para erradicar el tráfico y rehabilitar a los sobrevivientes.
Ha habido progresos significativos en la identificación y atención de muchos de los factores sociales, económicos, culturales, políticos y de otra índole que hacen a las personas vulnerables a la trata de seres humanos, en la formulación de políticas y programas integrales y en el desarrollo de campañas educativas y de sensibilización. Al mismo tiempo, sin embargo, han empeorado varios de los factores de vulnerabilidad, en particular los conflictos armados que provocan enormes emergencias humanitarias y migraciones forzadas y la crisis de refugiados, que han exacerbado la dramática situación de las personas, especialmente las mujeres y los niños. Por parte de cada país, es esencial la máxima honestidad para examinar qué factores domésticos de la demanda alimentan esta creciente industria global.
Con respecto a los factores culturales, la Declaración Política compromete a la comunidad internacional a intensificar los esfuerzos para “prevenir y abordar, con miras a eliminar la demanda que fomenta la trata, especialmente de mujeres y niñas, para todas las formas de explotación”. Para hacerlo de manera resuelta se requiere un examen estricto y valiente de esas prácticas, como la pornografía y la prostitución, que fomentan el comportamiento sexualmente adictivo y la deshumanización de otras personas como meros objetos de gratificación.
En lo que respecta a la protección y la asistencia de las víctimas, mi delegación cree que existe ahora mayor conciencia y reconocimiento jurídico de que las víctimas de la trata son en realidad víctimas y no de “compañeros silenciosos” o, peor aún, delincuentes. Existen más servicios para identificar y liberar a las víctimas de las garras de la esclavitud moderna, regularizar su situación y ponerlas en el camino hacia la recuperación. Sin embargo, debido a los profundos traumas sufridos, es necesario reconocer que el trabajo de rehabilitación no puede ser un programa breve, sino que requiere una inversión a largo plazo para proporcionar la sanación y la formación necesarias para que las víctimas comiencen una vida normal, productiva y autónoma.
Con respecto a la persecución de los delitos de trata de personas, se han producido varios avances en la formulación de instrumentos jurídicos adecuados para investigar, perseguir y castigar a los traficantes, desbloquear las cadenas financieras, comprender la conexión con otras formas de delincuencia organizada y corrupción, fomentando la cooperación en y a través de las fronteras. Al mismo tiempo, sin embargo, como lo indica el Informe Global sobre la Trata de Personas de 2016, todavía hay muy pocas convicciones y demasiada impunidad.
También se han logrado avances en la formación de asociaciones para fortalecer la acción colectiva entre gobiernos y agencias gubernamentales, instituciones académicas y los medios de comunicación, la sociedad civil y el sector privado. La Declaración Política menciona específicamente las asociaciones con y entre las organizaciones religiosas.
Por mencionar un ejemplo, el Grupo de Santa Marta, que lleva el nombre de la residencia del papa Francisco, es una alianza internacional de jefes de policía y obispos que trabajan juntos en todos los niveles para promover la coordinación entre las fuerzas del orden y las organizaciones religiosas en la lucha contra la trata de seres humanos de acuerdo con las competencias específicas de cada uno.
Del mismo modo, los numerosos grupos y redes de religiosas católicas, coordinadas internacionalmente por ‘Talitha Kum’, una red de 22 organizaciones miembros en 70 países, muestran cómo los grupos de fe pueden colaborar con las autoridades policiales y entre sí, en la lucha contra la trata de personas y otras formas contemporáneas de esclavitud moderna.
En su Mensaje de 2015 para la Jornada Mundial de Oración por la Paz, dedicada al tema de la eliminación de la trata de seres humanos, el papa Francisco enfatizó esta necesidad de alianzas y una nueva solidaridad y fraternidad mundial para remediar la indiferencia y explotación que constituye una contaminada ecología humana, en la que prospera la trata de personas. “Nos enfrentamos a un fenómeno global que supera la competencia de cualquier comunidad o país”, escribió. “Con el fin de eliminarlo, necesitamos una movilización comparable en tamaño a la del propio fenómeno”. El Plan de Acción Mundial es una parte importante de esa movilización y esta evaluación es un medio para ayudar a que el Plan Global sea cada vez más efectivo. Nuestros esfuerzos deben ser proporcionales al desafío.
© Traduction de ZENIT, Rosa Die Alcolea
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