(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 29 Sept. 2017).- La evangelización por su propia naturaleza pertenece al Pueblo de Dios. Y la alegría de la evangelización puede llegar a las personas alejadas y restituirles la fuerza para la conversión.
Lo indicó este viernes el papa Francisco en la sala del consistorio del Palacio Apostólico, dirigiéndose a los participantes de la plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, que se reunió en el Vaticano desde el miércoles 27 de septiembre hasta hoy viernes.
El Papa recordando el Jubileo de la Misericordia, que comenzó el 8 de diciembre de 2015 y concluyó el 20 de noviembre de 2016, en coincidencia con el 50º aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, indicó que ese “momento de gracia que la toda la Iglesia vivió con gran fe e intensa espiritualidad” no podemos permitir “que sea olvidado”.
Les exhortó por lo tanto a recordar que la Iglesia “tiene la gran responsabilidad de seguir sin tregua siendo instrumento de misericordia”. Y que así se consiente que “el Evangelio sea percibido como evento de salvación y pueda dar un sentido pleno y definitivo a la vida personal y social”.
Sobre la evangelización, añadió que “es necesario descubrir cada vez más que esta por su misma naturaleza pertenece al pueblo de Dios”. Y subrayó “el aporte que cada pueblo en particular y sus respectivas culturas ofrecen al camino del pueblo de Dios”.
Riquezas que “la Iglesia tiene que reconocer y valorizar” para llevar a cumplimiento “la unidad ‘de todo el género humano’ de la cual ‘es signo’ y ‘sacramento’. Porque “son auténticos dones que expresan la variedad infinita de la acción creadora del Padre y que confluyen en la unidad de la Iglesia”, volviéndola “lugar concreto de diálogo”.
El Pontífice señaló además que “pocas realidades como la Iglesia pueden decir tener un conocimiento del pueblo, en grado de valorizar ese patrimonio cultural, moral y religioso que constituye la identidad de enteras generaciones”.
Invitó así a penetrar en el corazón de la gente, “para descubrir ese sentido de Dios y de su amor, que ofrece la confianza y la esperanza de mirar adelante con serenidad”. Incluso personas que se encuentran en el abismo de la indiferencia”.
Porque, asegura el Santo Padre “la alegría de la evangelización puede alcanzarlos y restituirles la fuerza para la conversión”.
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