¿Revelar o guardar ese secreto de la familia?

Misterios relacionados con la paternidad, el nacimiento de un hijo, una muerte, un hecho bochornoso, una infidelidad… Hay secretos que afectan a las relaciones familiares. Si este es el caso, tal vez convenga hablar del tema. Requiere tacto, agudeza e ingenio.

Para ello hemos entrevistado al psiquiatra Serge Tisseron de quien recibimos grandes consejos.

¿A qué llamamos secreto familiar?

Un secreto familiar tiene tres características:

  1. Algo de lo que no se habla. Pero hay muchas cosas que no se cuentan en familia: no hablamos necesariamente de nuestro día, de nuestros sueños, de nuestros pensamientos…
  2. Está prohibido conocer esa información. Cuando se acerca uno al tema se comenta que es tabú, un secreto que ya conocerás más adelante; o bien se afirma que no se está ocultando nada.
  3. Es una experiencia dolorosa. Un secreto familiar nunca evocará un recuerdo feliz. El portador del secreto no sabe si debe hablar de ello o no. Y esta duda se expresa a través de gestos, actitudes o muecas.

¿De qué trata por lo general un secreto de familia?

Con frecuencia, el secreto trata sobre las condiciones en las que se ha producido algún nacimiento o fallecimiento de un miembro de la familia. La adopción de un hijo, el recurso a la inseminación artificial o a la donación de esperma, un hijo ilegítimo… Estos suelen ser los temas que se guardan en secreto. En torno a la muerte, el suicidio a veces se oculta pero, en este caso, puede deberse también al sufrimiento de un final de vida terrible. Algunos no pueden hablar de ello y tampoco pueden olvidarlo. Y es que a veces el secreto no implica necesariamente voluntad. A veces no se puede hablar de ello por temor a “derrumbarse” psicológicamente.

¿Por qué se guarda un secreto?

Aunque pueden sumarse otros motivos, los secretos guardados en una familia se mantienen siempre con la intención de no perturbar el sistema, cosa que a veces se formula explícitamente como la voluntad de no perturbar a los miembros más frágiles del grupo, supuestamente los niños y los abuelos.

Por desgracia, los secretos destinados a preservar la estabilidad del sistema resultan ser rápidamente obstáculos para ella porque se establecen reglas para que el secreto no se aborde o se descubra. Por ejemplo, en una familia donde el suicidio de un abuelo se guarda en secreto, se impone la regla de que no se hacen preguntas sobre los abuelos. A menudo, hay una prohibición: no se hacen preguntas, las conversaciones se empobrecen, la familia se vuelve rígida.

¿Hay secretos más graves que otros?

La gravedad del secreto está en su carga emocional. Cuando es intensa, la persona piensa en ello a menudo. Es un tema que le “ocupa”, está en alerta por la posibilidad de que salga a la luz. Muestra manifestaciones de angustia. Hoy en día es tanto más difícil guardar el secreto cuando la cultura puede hacer referencia permanentemente al tema del secreto: novelas, televisión, hechos diversos que nos hablan de historias que evocan a la nuestra.

¿Qué consecuencias puede tener no revelar un secreto a los niños?

El padre o madre que guarda un secreto es, con frecuencia, imprevisible. A veces se les escapa alguna información y le delatan. El niño, sensible a esta situación, podría sentirse inseguro. También puede intentar adivinar el secreto e imagina a menudo cosas mucho más terroríficas que la realidad.

No hay unos síntomas específicos derivados de un secreto familiar. Sin embargo, pueden manifestarse problemas escolares, temores inexplicables, culpabilidad, vergüenza… Los secretos, en general, son un peso añadido en la mochila de los niños y a veces repercuten sobre varias generaciones.

¿En qué condiciones debe revelarse un secreto?

No se puede hablar de revelación de un secreto sino, más bien, de confirmación, porque los niños presienten a menudo que ocultamos alguna cosa. Puede ser importante revelárselo cuando la obsesión nos entristece o nos hace irritables. Así podemos darles una explicación sobre nuestras actitudes. Siempre es importante que el niño sepa que no es culpa suya. Hasta los cuatros años y medio, el niño tiene tendencia a sentirse responsable: “Es culpa mía”, piensa.

¿Cuál es el momento es el adecuado?

Es difícil decirlo. ¡Puede ser incluso durante el mismo embarazo! El niño no tiene por qué entenderlo, pero alguna cosa se le transmite. Cuando el niño plantea una pregunta, hay que poder responderla. La duda suele estar más bien en cómo hablar de ello pues el adulto no sabe cómo abordarlo. Antes de hablar, es preferible hablar con otra persona de gran confianza, tu cónyuge, un amigo, un sacerdote, un terapeuta… Si no, hay balbuceos, llantos y otras reacciones que pueden resultar muy perturbadoras. Hay que encontrar las palabras justas, hablar de forma clara, con la menor angustia posible, sin precipitación.

¿Contar el secreto permite recuperar el orden?

Los síntomas no desaparecen como por arte de magia. Los distintos miembros de la familia tienen que poder hacer frente a los trastornos psíquicos que entraña de forma inevitable la manifestación del secreto. Ninguna verdad es terapéutica, pero un secreto es siempre patógeno. Es una paradoja que hay que aprender a gestionar.

Para sanar, hay que comenzar por aceptar que esos secretos se oponen menos a la idea de una verdad que habría que descubrir que a la comunicación entre los miembros de la familia. Trabajar en torno a los secretos permite dar flexibilidad a los mecanismos de vida familiar. Las reglas del sistema evolucionan lo suficiente como para permitir que cada uno renegocie su lugar en él.

Al contrario que en generaciones pasadas, ¿no incita nuestra época a hablar de todo?

Hace cuarenta años reinaba la ley del silencio. Hoy en día, la moda es más próxima a contar los secretos que a ocultarlos. Los famosos y los desconocidos comulgan en un deseo común de desvelar sus vidas y muchos de ellos sueñan con hacer de ellas un best-seller. El silencio que durante tanto tiempo ha cubierto los secretos familiares parece haber dado paso a lo opuesto, a una ostentación que roza el exhibicionismo. 

Entrevista realizada por Cyril Douillet

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