¿Cómo convivir con quien siempre cree tener la razón?

Quién no ha conocido nunca a una persona con este amargo discurso: “Es imposible discutir con mi marido (o con mi mujer) porque siempre tiene la razón”. Habría que hablar también de esas parejas en las que los dos consideran tener razón y se empeñan en defender su punto de vista.

Y si les preguntaras quién ha provocado la contienda verbal, cada uno echaría la culpa al otro. ¿Qué pensar de estos comportamientos? Y, sobre todo, ¿cómo ponerles remedio si aparecen en la pareja?

Intentar percibir lo que el otro percibe como cierto

Podemos empezar por preguntarnos de dónde viene ese deseo de insistir tanto en tener razón. ¿De un amor por la verdad, de una necesidad de afirmarse o de una falta de humildad? En todo caso, no hay que olvidar que la realidad es compleja.

¿Es tan fácil saber perfectamente cómo gestionar las dificultades económicas, cómo conciliar vida familiar y vida profesional…? Y con mayor motivo aún, frente a problemas graves (por ejemplo, la anorexia de una adolescente), hay que ser muy listo para ser capaz de encontrar la solución ideal uno solo.

No son demasiados dos puntos de vista para intentar tener en cuenta todos los parámetros. En la mayoría de los casos, si hay un desacuerdo, es que cada uno se sitúa de forma diferente en relación al problema.

Supongamos que hay dos personas a un lado y a otro de un panel pintado, por un lado, de rojo, y del otro, de blanco. El que solo ve la cara roja dirá que el panel es rojo y el que solo ve la cara blanca, dirá que el tablón es blanco. Cada uno tiene, en efecto, una parte de verdad.

Lo mismo sucede en muchos desacuerdos conyugales. Cada uno percibe solamente una faceta de la verdad. Los dos puntos de vista, ya que comportan una parte de verdad, ¿no podrían procurar conciliarse para encontrar una solución intermedia? Cada uno de los esposos podría decirse: “Si mi cónyuge no ve las cosas como yo, es que él/ella percibe un aspecto del problema que a mí se me escapa. Voy a intentar percibir aquello que él/ella percibe como cierto”.

Por último, hay dos virtudes muy útiles para la vida de pareja:

  1.  Primero está la empatía, magnífica cualidad que implica que somos capaces de descentrarnos, de abandonar por un momento nuestras propias referencias para entrar respetuosamente en la perspectiva del otro y hacer nuestra su problemática.
  2. Luego, no menos importante, está la humildad de toda persona con sentido común que, conocedora de sus límites, nos hace evitar la pretensión de poseer toda la verdad. Solo hay una Persona que podría decir sin fanfarronerías que no solo Él tiene la Verdad, sino que Él es la Verdad: Dios.

Denis Sonet

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