Salir del paradigma dominante-dominado
“Simon es insoportable. Con su misma edad, su hermana era mucho más fácil. Cada noche, agarra un berrinche en el momento de ir al baño, es agotador”, confiesa Raphaëlle, su madre. Como todos los padres, Raphaëlle realiza una comparación entre sus hijos que le impide comprender a uno de ellos. A cualquier edad, tenemos que experimentar la singularidad de cada uno de nuestros hijos y revisar nuestra “programación parental” para comprenderles, es decir, para aceptarles mejor. En un libro a la vez práctico y sensible, Jan Faull, consejero en pedagogía parental en Seattle (Estados Unidos), logra la proeza de tranquilizar a los padres sobre su capacidad para instaurar reglas de vida e imponer una autoridad justa, al tiempo que les propone consejos prácticos aplicables por todos.
Previamente, nos hace salir del paradigma dominante-dominado en el cual nos confunde una falsa concepción de la autoridad. Porque la crisis de autoridad ha atravesado la familia desde hace más de cuarenta años, hoy en día hay una gran tentación de endurecerse en la relación educativa. “Los padres han comprendido que había que dialogar con la contribución de la psicología infantil, pero temen verse superados por los acontecimientos”, dice Chantal Lecœur, directora de escuela. “De golpe, pasan del diálogo abusivo, que parece una justificación, a actitudes firmes y definitivas que los niños ya no comprenden”. Esta vacilación marca los dos escollos del momento: laxismo y autoritarismo.
Sabia dosificación entre castigo y palabra, entre comprensión y exigencia
Para salir de la alternancia entre el “Haz esto, haz aquello” y la negociación permanente, conviene primero tener confianza: suspender una exigencia porque el niño no está afectiva o intelectualmente listo para cumplirla no es señal de debilidad, sino una demostración de fuerza. Fuerza y grandeza de quien le ha dado la vida y conoce a su hijo como persona.
Página tras página, los padres recuperan el aliento y ven abrirse nuevos caminos para salir de los conflictos del día a día. Así, el pequeño Rémit tiene conversaciones cara a cara con sus padres y, después de tres semanas de acompañamiento, termina por ordenar su dormitorio adecuadamente. Una sabia dosificación entre castigo y palabra, entre comprensión y exigencia, un método que implica tiempo y disponibilidad. Tiempo para comprender, tiempo para hablar y tiempo para afrontar un castigo. Y ahí quizás estén las auténticas lagunas en nuestra vida de familia: la falta de tiempo. Tiempo para amarse, tiempo para escucharse, tiempo para educar… Salgamos de esta evitación agotadora para afrontar y acoger la vida de nuestros hijos tal y como nos es dada.
Anne Gavini
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