Hermana Miranda, muchas gracias por concederme esta entrevista para Aleteia. Antes que nada, ¿podría decirnos dónde nació usted, a qué congregación pertenece, cuántos años tiene en esa congregación y qué posición o responsabilidad tiene en ella?
Nací en Milan el 18 de mayo de 1956; mis padres son napolitanos. Pertenezco al Instituto Internacional de las Hemanas de Santa Marcelina; yo ingresé en el año 1978. En realidad ya conocía a las Marcelinas -yo ya era Marcelina- desde que tenía 11 años, porque soy ex alumna de la Secundaria y Preparatoria de Lenguas en la sede de Plaza Tommaseo. Actualmente soy presidenta de la escuela de las Mercelinas ubicada en la calle Quadronno, en Milán.
¿Nos puede compartir un poco de cómo se ha dado su acercamiento con Carlo Acutis, cómo fue que lo conoció? Sé que él estudio en la escuela de las Marcelinas; ¿cómo ha iniciado esta relación de Carlo Acutis con las Marcelinas y la escuela?
En septiembre de 1999, después de permanecer varios años en la escuela de Aronna en Lago Mayor, fui transferida a la escuela Marcelinas de la Plaza Tommaseo como directora de la Primaria y maestra de la Preparatoria. En ese momento Carlo se encontraba en tercer año de primaria, pero él ya estaba inscrito desde un año atrás, acoplándose sin ningún problema. Su casa se encontraba muy cerca de la escuela, y su madre lo acompañaba seguido.
Apenas instalada comencé a conocer a los colegas y alumnos. Por lo que concierne a Carlo, los recuerdos más cercanos me los compartió su maestra de religión, la señora Isa Velati; por medio de ella supe que era hijo único y un niño muy sensible desde el punto de vista religioso, tanto que él solicitó recibir la Primera Comunión en segundo de Primaria en Asís.
Normalmente estas características sutiles no pueden llegar hasta la directora, y menos si apenas se está integrando. Recuerdo que la señora Isa me lo compartió inmediatamente, agregando que sus padres eran “muy creyentes”. La verdad ellos nunca hablaron conmigo de este aspecto espiritual de Carlo o de su fe: eran personas muy discretas y gentiles, que sólo veía en la mañana a la entrada de la sección de Primaria. Nunca tuve la necesidad de mandarlos llamar por la conducta de Carlo. En la escuela él se comportaba bien, como un niño normal y bueno como tantos de su edad.
Hermana Miranda, ¿cuál es el rasgo principal que percibió en Carlo? ¿Cómo lo describiría? ¿Cómo era de niño? ¿Cómo se comportaba en sus clases? ¿Cuáles eran las características de santidad que ya tenía?
Diría que era un niño tranquilo por naturaleza, ubicado en un contexto familiar pacífico. Con el paso del tiempo (también porque el apellido era recurrente en los medios), supe que su padre, Andrea Acutis, era gerente de una gran empresa privada y que el nivel de vida de la familia era bastante alto. Pero nada de esto resaltaba en Carlo ni en sus padres.
Hoy en día veo a menudo niños mimados y exigentes, caprichosos con los padres, egoístas con sus compañeros y, quizás, arruinados por un bienestar excesivo. Nunca señales de este tipo se veían en Carlo: era un niño insertado armoniosamente en la clase, dócil, de lo cual la maestra estaba contenta. También sus padres eran muy gentiles y sencillos, personas reservadas.
¿Recuerda alguna anécdota del Beato, alguna conversación que haya tenido con él? ¿Cuáles eran los sueños de Carlo, qué pensaba, a qué jugaba? ¿Cómo era en sus clases? ¿Era aplicado? ¿Cómo se comportaba durante sus exámenes?
Mira, después de tantos años de leer sobre Carlo, aprendí cosas que no surgieron en la escuela, donde el niño estaba a gusto, cumplía con su deber escolar, tenía buenas notas y era feliz, como muchos otros niños de su clase, tanto que continuó con gusto la Secundaria aquí.
En casa manifestaba sus dotes, como ha contado su madre en diversas ocasiones después de su muerte. Puedo decir que el milagro mas grande que vi en Carlo es que se veía como todos los demás, sin hacerme pensar en un niño más santo o inocente que sus compañeros. A esa edad, si la familia es sólida, si la escuela apoya en su responsabilidad educativa, hasta los niños están serenos. Y Carlo, ciertamente, de como era en la escuela, demostró que tenía un contexto familiar que lo ayudó a crecer en la santidad »de un solo paso», como dice el Papa Francisco en la exhortación “Gaudete et Exultate”.
Hermana, para finalizar, ¿puede compartirme un último mensaje de aquello que Carlo representa como santo de los jóvenes y niños? ¿Qué representa para el mundo un santo con estas características, en este tiempo en donde las redes sociales y medios digitales son tan importantes?
Sólo después de su muerte supe que Carlo era un genio en informática, y estaba feliz por él y por aquéllos a quienes Carlo ayudó (¡Ah! Tener a Carlo a mi lado en ciertos momentos de … ¡pelea con mi PC! ); probablemente será proclamado patrono de los internautas o de la red.
Pero no es por esto en particular que mi espíritu de Marcelina tiene un cariño especial por nuestro ex alumno Carlo Acutis: lo siento cerca por compartir el mismo sentimiento de cuidar las relaciones mutuas con sus compañeros, regalar sonrisas (¡Recuerdo los hoyuelos en su rostro regordete de niño!), mirar a su alrededor para compartir sus bienes con los desposeídos; dice “sí” a Jesús con el entusiasmo de los primeros discípulos, manteniéndose siempre bien apegado a la realidad, que para él estaba hecha de belleza, cariño por los padres, amor por naturaleza (incluidos los simpáticos amigos de cuatro patas), de humilde fidelidad a los grandes dones que el mismo Jesús le hizo.
En esta época de pandemia, en la que muchos niños y jóvenes, exasperados por la difícil situación de salud, parecen rebelarse peligrosamente contra las reglas, Carlo es un faro resplandeciente que quizás pueda iluminarlos, hacer que se pregunten sobre el sentido de la vida, la belleza de adorar y servir al Señor.
Publicar un comentario