“Se aprende mucho de los males de amores. A pesar de ello, la mayoría de los padres quieren evitárselo a cualquier precio a sus hijos”, constata el psicopedagogo Bruno Humbeeck, autor de Un chagrin d’amour peut aider à grandir (“Un corazón roto puede ayudar a crecer”).
En una sociedad del confort, ¡qué difícil es tener delante a un joven que sufre por amor! Los padres encuentran fácilmente una manera de consolar su pena cuando son más pequeños y no se privan de nada. ¡Cuántos se precipitan para paliar sus carencias y frustraciones, sin darles oportunidad de afrontarlas por sí mismos! Una actitud que, según Bruno Humbeek, no hace sino aumentar el impacto del primer mal de amor verdadero.
¿Cómo reaccionar?
“Llevábamos prometidos más de seis meses, Christophe se fue al extranjero, debíamos casarnos cuando volviera y luego me escribió para decirme que había estado reflexionando y que ya no quería comprometerse”, cuenta Clotilde, de 26 años. “Mis padres entraron en cólera, pensaban hacerle cambiar de opinión, mientras que yo tenía la impresión no sólo de que no me ayudaban, sino que, además, me robaban mi pena”.
Sea cual sea el impacto sobre la familia, es importante dejar que el joven o la joven viva su historia. Porque la tristeza está ligada al tránsito a la edad adulta. En este momento se reactiva la separación que vivió el niño durante su primer día de guardería o de escuela. Una etapa clave para los padres, que esta vez no tienen ese peluche que darles como compensación. El joven adulto está solo y deberá encontrar entre sus propios recursos la capacidad para sanar.
Tránsito a la edad adulta
“Los padres deben tener empatía y, por tanto, acoger las emociones del hijo o hija, mostrarse disponibles para hablar pero, sobre todo, respetar los tiempos de esa tristeza”, insiste Sophie Benkemoun, especialista en adolescentes.
Preocupados por atenuar la pena, a veces se ven tentados de denigrar al ser perdido o de relativizar la situación con fórmulas del tipo de “Cuando una puerta se cierra, otra se abre”. Actuar así equivale a negar los momentos felices de la relación y a cuestionar el criterio del ser desdichado: “¡No sabes elegir, por eso te ha hecho sufrir tanto!”.
En realidad, el corazón roto es un lugar misterioso donde puede producirse un tránsito de la infancia a la edad adulta. Si tantas relaciones adolescentes terminan mal es porque están fundadas sobre un espejismo: cada uno se ama a sí mismo a través del otro, sin aceptarlo de verdad.
La ruptura es aquí tanto más importante cuanto que hace las veces de ruptura con la adolescencia. Bien acompañada, será una verdadera oportunidad de liberarse de un vínculo estéril para llegar a ser uno mismo. Sin embargo, para que llegue la calma, hará falta tiempo, escucha y disponibilidad.
Dejar que el tiempo haga su labor y confiar en Dios para realizar su obra en los momentos más oscuros: “Frente al corazón roto de mi hija, le dije tres cosas: estamos contigo; reza para que el Señor te aclare y te calme; llora tus penas”, confía Élisabeth.
Un corazón roto puede enseñar a amar.
Anne Gavini
Publicar un comentario