Sor Elisa Petra cargando un bebé. Crédito: Cortesía de Elisa Petra a la agencia vaticana Asia News.
Sor Elisa Petra viaja cada quince días desde su congregación a las aldeas de Tanjung, territorio ubicado a 5 o 6 horas de Ketapang, en la provincia de Kalimantan occidental, para ayudar a dar a luz a las mujeres embarazadas que no pueden movilizarse a los hospitales porque son lejanos o no cuentan con vías de acceso a la ciudad.
La religiosa tiene 40 años de edad y antes de ingresar a la vida consagrada se llamaba Novi Narmasari. Es nativa de Muntilan, en Java Central, una de las provincias más pobladas de Indonesia.
Según informó Asia News, sor Elisa nunca pensó en ser religiosa y partera. Sin embargo, descubrió su vocación cuando vio la foto retrato de una religiosa agustina dedicada a servir en la salud en aldeas remotas de Indonesia.
“Esta impresionante foto tocó mi corazón. Muestra a la hermana Agneta Tan Nailoy, OSA, que ahora tiene 75 años, hija del Sr. Tan A Hak, un misionero católico laico de la China continental que llevó el cristianismo a Ketapang en 1911. La foto muestra el viaje de la hermana Agneta con otras tres monjas desde Menyumbung a otra clínica” en Ketapang, a seis o siete horas de distancia, dijo.
“Esa imagen me mostró que a futuro yo también sería capaz de crear ‘otras historias’ de mi aventura de fe con Dios. Y por eso me convertí en monja agustina en la remota Ketapang, en lugar de unirme a otra congregación religiosa en Java”, explicó.
Fue así que a sus 21 años, luego de tres años de práctica laboral y con el consentimiento de sus padres, la joven Novi se unió a la Orden de San Agustín. En 2005, sor Elisa hizo su primera profesión en la Congregación de las Hermanas Misioneras Agustinas con sede en Ketapang, en Kalimantan occidental, desde donde la mandaron a trabajar como partera.
Fue así que sor Elisa trabajó por un largo tiempo y diariamente en el centro de salud “Medical Center for Maternal and Child Health (Mutiara BP-BKI)”, ubicado en Tanjung, donde tuvo una de sus experiencias más retadoras.
Relató que una tarde una pareja la visitó de forma inesperada en el hospital para conocerla y hacerle una consulta. “Me pidieron que los aconsejara en mi rol de partera […] para saber si la madre debía dar a luz en Tanjung o en Ketapang”, dijo la religiosa.
Los resultados de los exámenes médicos indicaron que el parto se daría de un momento a otro y resultaba imposible que la pareja viajara a Ketapang de una forma segura, pues el camino era muy accidentado, señaló.
Entonces la religiosa se comprometió a asistir a la señora en su trabajo de parto, del cual nacieron dos gemelos “que gozaban de buena salud”. Para sor Elisa, este acontecimiento especial la “puso a prueba” como asistente obstétrica en zonas remotas.
Si bien trabajaba en el hospital a diario, con frecuencia viajaba en su motocicleta a las aldeas pobres y alejadas por una causa “celestial”, como ella llama al hecho de ayudar a mujeres embarazadas que no pueden movilizarse a los centros de salud para dar a luz.
“Esto es más que una llamada ‘obligatoria’ propia de la profesión. Esta es una misión espiritual, porque me ocupo de la vida humana, tanto de la madre como del bebé”, dijo la religiosa agustina, que hizo sus votos perpetuos en 2011 y que desde 2012 viaja en moto cada quince días de Ketapang a Tanjung para cumplir su misión.
“Sola con su motocicleta, [sor Elisa] recorre caminos fangosos y resbalosos durante la temporada de lluvias y atraviesa caminos polvorientos durante la temporada de calor”, dijo sor Cecilia, religiosa agustina que estuvo a cargo de la formación de las novicias por muchos años en la congregación.
Dijo que cada vez que sor Elisa llega a casa “se le ve sucia y muy cansada por el viaje en su motocicleta” y que luego de descansar varios días, retoma su viaje a Tanjung en su vehículo, donde suele llevar “muchas medicinas”.
Durante la pandemia, sor Elisa continuó su labor con regularidad, aunque con las debidas medidas de bioseguridad, pues para ella este viaje no es “una ‘carga’, sino una misión que le toca cumplir con generosidad”.
La religiosa dijo que prefiere viajar en su motocicleta que pedir servicios de movilidad especial y que así lo hará hasta cuando le sea posible. Entre las razones está que no quiere dar molestias a los demás y mantener su independencia como le enseñaron sus padres. Además, dijo que así puede reducir los costos de transporte, en especial, por la frecuencia de sus visitas a las aldeas.
“Con todas mis limitaciones y conocimientos personales, como monja agustina, siempre tengo el deseo de mantener la llama espiritual ardiendo en mi corazón. Y hacer lo que sea mejor para Dios y para el bien de los demás”, concluyó.
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