Se cumplen 15 años de la muerte de Rocío Jurado. Recordemos el cariño que siempre le tuvo a su Madre: La Virgen de Regla
Cada cierto tiempo surge una voz y un carisma que despuntan por encima de todas las demás. Entre estas, muy pocas se ganan calificativos como “la mejor voz femenina del siglo XX”. En el año 2000 un selecto grupo de periodistas musicales de la Gran Manzana otorgaron a María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado semejante título, el premio “La voz del Milenio” a “la mejor voz femenina del siglo XX”.
Una cantante en lengua española había conquistado unánimemente al público y a la crítica. No era ni mucho menos la primera vez que la intérprete andaluza triunfaba al otro lado del océano.
En 1985 llegó a cantar en la Casa Blanca ante el propio presidente de Estados Unidos, entonces Ronald Reagan. También cantó para George W. Bush. En 1988, fue reconocida con el premio AMÉRICA. Hasta esa fecha ningún hispano había ganado ese premio que se entregaba en Las Vegas. La artista gaditana abrió así esa puerta a todos los artistas de habla hispana. Se ganó a pulso este reconocimiento tras una serie de recitales en la ciudad que tuvieron un enorme éxito.
A lo largo de su carrera, acumuló premios nacionales e internacionales, la lista de galardones y reconocimientos es muy larga. Además, su música, sus canciones y su simpatía forman parte del patrimonio español y de la memoria colectiva de generaciones enteras que se aficionaron a la música gracias a ella y a artistas como ella.
Rocío Jurado fue una niña nacida en la España de posguerra. El cabeza de familia remendaba zapatos y ella, la mayor de los 3 hijos, intentaba compaginar su pasión por la música con el colegio y el trabajo ya que remendaba zapatos y vendía fruta.
Cuando murió su padre ella solo tenía 15 años y tuvo que trabajar todavía más para ayudar a su madre viuda a sacar adelante a sus dos hermanos pequeños. Pero no se desmotivó ni dejó de presentarse a todos los concursos radiofónicos que podía. Todos los ganaba y por eso se ganó el apodo de “la niña de los premios”.
Con el dinero del primer premio compró unos zapatos a sus hermanos. Después, ya en Madrid, comenzó a actuar por tablaos flamencos para mantener a su familia.
Prácticamente se quitaba el pan de la boca para mantener a su madre y hermanos pequeños con las 300 pesetas que ganaba al mes.
Tras unos años, y mucho trabajo, llegó al estrellato. Con su poderosísima voz, su estilo, su carácter y, sobre todo, su esfuerzo, alcanzó lo más alto. A lo largo de su carrera vendió 35 millones de discos, cosechó 150 discos de oro y más de 60 de platino. Todos estos logros le valieron el sobrenombre de “la más grande”. Flamenco, copla, pop, balada, bolero… no había estilo que se le resistiera.
“Como una ola”, “Señora”, “Se nos rompió el amor” o “Con las alas al viento” son algunos de sus inolvidables temas. Este último es toda una oración al Señor en el que la Jurado canta: “Como las alas al viento / Yo le elevo a Dios mi corazón / A ese Dios que en mí vive / Y me llena de su amor”. Implora además a Dios: “ayúdame Señor a caminar”.
Pero toda la gloria terrenal y todos los halagos eran nada en comparación a dos cosas que en su vida eran intocables: su familia y su devoción por la Virgen María en la advocación de la Virgen de Regla. Es la Virgen de su pueblo natal, Chipiona, un municipio situado en la provincia de Cádiz, en España.
Rocío Jurado siempre llamaba a la Virgen de Regla “mi madre” y nunca faltó un 8 de septiembre a la procesión y fiesta grande de la patrona de su pueblo. Solía decir que ese día no aceptaría un contrato para actuar “ni por un millón de euros” porque tenía que estar con su Virgen.
En 2004 le fue diagnosticado un cáncer de páncreas que se estuvo tratando durante dos años. El de páncreas es uno de los peores tipos de cáncer porque es muy agresivo y tiene muy difícil tratamiento. Sin embargo, en 2005 pareció que el tumor había remitido y, al salir del hospital, la primera visita que hizo fue a la Virgen de Regla.
En su santuario permaneció varios minutos arrodillada dando gracias a su madre. Cumplía de nuevo con la promesa que hizo a la Virgen cuando era muy joven, la de que siempre iría a verla. “Soy siempre fiel a mi Virgen, la fe nunca se puede perder. Ella es la que me ha dado siempre fuerzas para tirar adelante a mí y a toda mi familia en estos momentos tan delicados para mi salud”, explicaba entonces.
Hace 15 años, en 2006, la cantante chipionera fallecía víctima del cáncer de páncreas, el mismo tipo de tumor que años antes también había terminado con la vida de su madre.
Rocío Jurado murió tranquila en su casa de Madrid, tal y como quería, rodeada por su familia. Además, participó en sus últimos días de los sacramentos, especialmente, la Eucaristía, y había recibido la bendición del Papa.
Por desgracia, los años demostraron que ella era el pegamento que unía a todos los miembros de su familia. Tras su desaparición, se ha evidenciado en los medios de comunicación que la relación entre todos ellos se ha deteriorado enormemente. Quizá si no hubiera faltado tan pronto, las cosas serían distintas.
De lo que no cabe duda es de que, al menos, el amor a la Virgen de Regla sí fue una de las enseñanzas que caló entre los suyos ya que tampoco faltan cada septiembre a la cita con la patrona de Chipiona. Este pequeño pueblo andaluz no olvida a la embajadora más universal que tendrá jamás. Ella que fue “la más grande” supo siempre hacerse pequeña ante “su madre” amorosa, la Virgen de Regla.
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