¿Cómo afrontar el desorden en casa?

Nuestro hogar es el lugar donde descansamos y recuperamos fuerzas. Pero, para poder vivir con la alegría de un hogar es necesario cierto orden

Estoy segura que muchos padres tienen grabado en su mente ese momento de tener que acostar a los niños y ver la habitación de los juguetes patas arriba.

¿Por dónde empiezo?

Muchas veces el orden se hace complicado y todavía más en una casa con niños. Nuestro hogar es el lugar donde descansamos y recuperamos fuerzas. Pero, para poder vivir con la alegría de un hogar es necesario cierto orden.

El desorden nos impide relajarnos, nos carga de estímulos, nos distrae y nos impide enfocarnos en lo que realmente queremos, nos hace perder dinero y también tiempo, pues no encontramos lo que necesitamos.

Tal vez, el problema mayor sea que muchas veces no sabemos por dónde empezar a recoger.

De pequeña me enseñaron algo que nunca olvidaré y que me gustaría poder transmitir a mis hijos: “haz las cosas en su momento, no te dejes de llevar por el mañana. Hazlas con amor y buen humor”.

No procrastinar

¡Cuánto amor puede haber en una camisa bien planchada, un trastero ordenado o un plato de lentejas!

A mí, como madre, el orden me lleva a poner en primera línea el amor a Dios. Porque de lo contrario me dejaría llevar por todo tipo de pretextos para procrastinar. En cambio, el pensar que también es posible santificar esta ardua tarea de mantener el orden, me lleva a vivir mucho mejor las circunstancias ordinarias de cada día.

No existe una varita mágica que recoja habitaciones a golpe de endecasílabos. Pero les aseguro que se llega muy lejos y todo es más eficaz haciendo las cosas a su hora.

Cuida las rutinas. Esta es la primera regla de oro para mantener el orden. Como ya hemos dicho no hay recetas mágicas pero sí existen ciertos trucos que pueden hacer más fácil tu día a día.

Tips para un mínimo de orden

A continuación te propongo varios tips.

Define un sitio para cada cosa: de esa manera evitaremos estrés de última hora porque no aparecen las llaves, un zapato, una bufanda…

Ordena poco a poco: intenta recoger cada cosa que veas a tu paso descolocada. Esto, sobre todo en una casa con niños, contribuye a que el caos no sea exagerado.

Establece una rutina de limpieza: si te cuesta planificarte y tiendes a dejar todo para después, establecer rutinas puede ser de gran ayuda. Puedes imprimirlas y ponerlas visibles en algún punto de la casa, de modo que todos puedan colaborar.

No aplaces la tarea de limpiar después de ensuciar: resulta mucho más fácil recoger la cocina después de comer, guardar y limpiar las témperas o los juguetes inmediatamente después de usarlos.

Proporciona espacios de almacenaje eficaces para cada edad. Por ejemplo, percheros a la altura de los niños, zapateros que ellos mismos puedan abrir, una cajita para gomas o adornos del pelo, un espacio para las mochilas del colegio.

Orden interior

Aunque pueda parecer curioso, a pesar de tener relación con lo material, el orden tiene su origen en el espíritu. Es fruto de un trabajo interior en el que valoramos cómo organizar nuestro día de forma que ninguna de nuestras parcelas (trabajo, oración, familia, amigos, ocio) quede descuidada.

Esto hace que orientemos nuestra jerarquía de valores hacia el servicio como signo de amor hacia quienes nos rodean.

Ahora bien, si desterramos la pereza, conseguiremos que la dedicación, la perseverancia y la entrega nos lleven a objetivos que a priori nos parecían inalcanzables.

Por tanto, es muy importante ser educados en el orden desde la infancia, pues éste se opone a la ociosidad (tan peligrosa en la adolescencia), nos ayuda a conformar una recta personalidad, nos hace eficaces y nos regala la actitud mental de resolver con rapidez ciertos problemas o circunstancias.

Porque, como nos decía un gran Santo: “Cuando tengas orden se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio” (San José María).

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