“Con motivo de la Jornada por la Paz en Oriente, invito a todos a implorar la misericordia de Dios y la paz en esa región. Que el Señor sostenga los esfuerzos de todos los que trabajan por el diálogo y la convivencia fraterna en Oriente Medio, donde la fe cristiana nació y está viva, a pesar de los sufrimientos. Que Dios conceda siempre a esos queridos pueblos fortaleza, perseverancia y valor”, dijo el Santo Padre después de dirigir el rezo del Ángelus ante numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro.
En esta línea, el Pontífice escribió una carta a los Patriarcas Católicos de Oriente Medio que celebran este domingo “una Divina Liturgia para invocar del Señor el don de la paz en la región de Oriente Medio y consagrarla a la Sagrada Familia”.
En la misiva, el Santo Padre señaló que durante su Pontificado ha tratado “estar cerca de sus sufrimientos” y recordó que, por ese motivo, ha peregrinado a Tierra Santa, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y finalmente, hace unos meses, a Irak”.
Además, el Papa recordó que durante estos años ha invitado “a toda la Iglesia a rezar y a mostrar una solidaridad concreta con Siria y Líbano, tan probados por la guerra y la inestabilidad social, política y económica” y el encuentro del 7 de julio de 2018 en Bari y la próxima jornada "juntos por el Líbano" que se realizará el 1 de julio en el Vaticano “junto a todos los jefes de las Iglesias de la Tierra de los Cedros”.
Luego, el Santo Padre subrayó que “la Sagrada Familia de Jesús, José y María, a la que han elegido consagrar Oriente Medio, representa bien su identidad y su misión” ya que “por encima de todo, custodiaba el misterio del Hijo de Dios hecho carne, se constituía en torno a Jesús y debido a Él”.
“Nos lo dio María, a través de su sí al anuncio del ángel en Nazaret, José lo acogió permaneciendo incluso durante el sueño a la escucha de la voz de Dios y dispuesto a cumplir su voluntad una vez despertado. Un misterio de humildad y de despojamiento, como en el nacimiento en Belén, reconocido por los pequeños y los lejanos, pero amenazado por los que estaban más apegados al poder terrenal que al asombro por el cumplimiento de la promesa de Dios. Para custodiar al Verbo hecho carne, José y María se ponen en camino hacia Egipto, uniendo la humildad del nacimiento en Belén con la pobreza de las personas obligadas a emigrar. Sin embargo, así permanecen fieles a su vocación y anticipan, sin saberlo, el destino de exclusión y persecución que espera a Jesús adulto, que revelará, sin embargo, la respuesta del Padre en la mañana de Pascua”, relató el Papa.
En este sentido, el Pontífice subrayó que “la consagración a la Sagrada Familia convoca también a cada uno a redescubrir como individuos y como comunidad su vocación de ser cristianos en Oriente Medio, no solo pidiendo el justo reconocimiento de sus derechos como ciudadanos originarios de esas amadas tierras, sino viviendo su misión de custodios y testigos de los primeros orígenes apostólicos”.
“No busquen saciar su sed en los pozos envenenados de odio, dejen que los surcos del campo de sus corazones los riegue el rocío del Espíritu, como hicieron los grandes santos de sus respectivas tradiciones: coptos, maronitas, melquitas, sirios, armenios, caldeos, latinos”, sugirió el Papa.
Finalmente, el Santo Padre les agradeció también por su “testimonio y perseverancia en la fe” y los alentó a “ser verdaderamente la sal de sus tierras, dar sabor a la vida social, deseosos de contribuir a la construcción del bien común, según aquellos principios de la Doctrina Social de la Iglesia que tanto necesitan ser conocidos, como indicaba la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente y como han querido recordar al conmemorar el 130 aniversario de la encíclica Rerum Novarum”.
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