Hace un año, el 29 de octubre de 2020, un terrorista mataba a tres feligreses, Nadine, Simone y Vincent, en la basílica de Nuestra Señora de la Asunción de Niza, Francia. Un día trágico que recordó brutalmente a los fieles la fuerza del testimonio
Nadine, Simone y Vincent. Tres nombres comunes que, sin embargo, después de un año, ahora dan testimonio de lo extraordinario. Del Amor que esculpió su vida. Sus retratos, sonrientes y rodeados de flores, están siempre presentes en la basílica de Nuestra Señora de la Asunción (Notre-Dame de l’Assomption) de Niza. Sin embargo, otros estigmas dejan ver aún el trágico suceso que se produjo en esta iglesia el 29 de octubre de 2020. Las puertas de la sacristía están rotas y todavía se puede ver sangre en uno de los pilares.
En aquella mañana del 29 de octubre de 2020, los franceses se despertaron con el reconfinamiento anunciado la noche anterior por Emmanuel Macron para contener la propagación de la Covid-19. Sin embargo, otro suceso dramático de actualidad se impuso rápidamente. En torno a las 9 de la mañana, un hombre armado con un cuchillo accedió a la basílica de Notre-Dame de l’Assomption en Niza para cometer un atentado terrorista. En pocos minutos, mató a tres personas: Nadine Devillers, de 60 años, casi decapitada y encontrada cerca de la pila bautismal; el sacristán Vincent Loquès, de 55 años y padre de dos hijos, que acababa de abrir la iglesia para los feligreses, y Simone Barreto Silva, de 44 años y madre de tres hijos, que iba también a rezar antes de su jornada de trabajo. Simone sucumbió a sus heridas en la cafetería donde se refugió. “Dile a mis hijos que les quiero”, fueron sus últimas palabras. Advertidas con premura, las fuerzas del orden neutralizaron al asaltante en pocos minutos.
En París, en el mismo momento, la emoción era intensa. Tras el minuto de silencio celebrado en la Asamblea nacional al comienzo de la mañana, el primer ministro Jean Castex, que debía presentar el plan de reconfinamiento, abandonó el hemiciclo para dirigirse al ministerio del Interior en la plaza Beauvau. Todo se desencadenó muy rápido: el establecimiento de una célula de crisis en el ministerio del Interior, la apertura de una investigación de la fiscalía antiterrorista por asesinato en relación con acto terrorista, intento de asesinato en relación con acto terrorista, y asociación criminal terrorista. Con mucha rapidez también, el presidente de la República anunció que planeaba dirigirse al lugar durante la jornada. Llevó consigo al ministro del Interior Gérald Darmanin, al ministro de Justicia Eric Dupont-Moretti y a Mons. Eric de Moulins-Beaufort, presidente de la Conferencia episcopal de Francia (CEF).
A las 15h de ese jueves 29 de octubre, el tañido de las iglesias de Francia resonó al unísono. “Estos asesinatos nos recuerdan el martirio del padre Jacques Hamel. A través de estos horribles actos, todo nuestro país se ve afectado. Este terrorismo tiene como objetivo instalar la ansiedad en toda nuestra sociedad. Es urgente que se detenga esta gangrena, como urge encontrar la fraternidad indispensable que nos mantendrá a todos en pie frente a estas amenazas”, declararon los obispos de Francia para animar esta iniciativa. “A pesar del dolor que se apodera de ellos, los católicos se niegan a ceder al miedo y, con toda la nación, quieren hacer frente a esta amenaza ciega y traicionera”.
Tres días después del drama, el domingo 1 de noviembre, en un ambiente a la vez solemne y recogido, el obispo de Niza, Mons. André Marceau, celebró el rito penitencial de reparación de la basílica de Notre-Dame de l’Assomption, profanada por el ataque terrorista, antes de celebrar allí la misa de Todos los Santos. “Tres personas han sido asesinadas porque practicaban pacíficamente su religión”, declaró el primer ministro Jean Castex durante el homenaje nacional el 7 de noviembre. “Las oraciones de una madre de familia no condenan a muerte. El humilde trabajo de un sacristán no condena a muerte”, recalcó, haciendo alusión a los motivos de la presencia de las tres víctimas aquella mañana en la basílica.
Los santos de la puerta de al lado
“Los rostros de las víctimas de Niza no eran caricaturas, sino rostros del amor que esculpía sus vidas”, escribió Mons. Matthieu Rougé, obispo de Nanterre, en el momento del drama. “Son los rostros, las palabras y los actos amorosos libres que construyen la paz de una sociedad”. Todos estamos llamados a ser mártires, no a través de la sangre, sino a través del testimonio (todo el mundo sabe que ese es el significado de la palabra martirio) de la fe, de la esperanza y del amor. No caricaturicemos a unos y a otros, incluso entre católicos, con la gravedad de nuestras palabras y de nuestros juicios. Seamos, desde la sencillez, compañeros inspiradores para nuestros vecinos, en la búsqueda de la santidad. Sepamos reconocer, bajo la luz de la bondad a la que estamos llamados, a “los santos de la puerta de al lado”.
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