Según la historiadora María Rostworowski, las raíces de esta devoción cristológica podrían remontarse a la época pre inca, antes de la evangelización. Para la investigadora peruana, “El Señor de los Milagros” podría ser el resultado de una simbiosis religiosa entre el Dios de los Temblores de Pachacamac y el Cristo Crucificado de la devoción católica (Pachacamac y el Señor de los Milagros, 1992).
Es probable que, al principio, llevados por el temor a los sismos, los esclavos hayan rendido culto al “tótem de los temblores” imitando a los indios de Pachacamac radicados en Lima. Pero con el pasar del tiempo, los negros de Pachacamilla fueron evangelizados por los Jesuitas, formaron una cofradía a mediados de 1600, y en 1651, un africano de la casta angoleña pintó a Jesús en la cruz en un muro de adobe del lugar.
El sismo que sacudió la ciudad de Lima
Algunos años después, en 1655, un fuerte sismo sacudió la ciudad de Lima, pero el Nazareno plasmado en el muro permaneció intacto. Negros y mulatos, empezaron a venerar la imagen y a organizar tertulias en ese lugar. Sospechoso de los encuentros de los esclavos, el Párroco de San Sebastián solicitó al entonces Virrey del Perú, Don Pedro Antonio Fernández de Castro, que prohibiera las concentraciones en la capilla y que mandara a borrar el retrato del Cristo. Intentaron cancelarlo 3 enviados diferentes, pero cada vez que lo intentaban el Señor crucificado les producía un profundo respeto, una fe que solo puede trasmitir el “Señor de los Milagros”.
Ante la devoción popular por el Cristo Moreno, el Virrey permitió su culto en 1671 y accedió a la construcción de un oratorio provisional. Ese mismo año, el 14 de septiembre, se realizó la primera misa oficial, y los fieles empezaron a identificarlo como «El Santo Cristo de las Maravillas».
Diez años después (1681), el Rey de España reconoció legalmente la imagen y, tras referirse a ella como el “Cristo de las Milagros”, solicitó que le levantaran una capilla.
Posteriormente, dos terremotos más estremecieron la ciudad de Lima (1687 y 1746), pero el “Señor de los Temblores” no sucumbió y volvió a manifestar lo milagroso que era.
Conmovidos por el prodigio, sus fieles lo sacaron por primera vez en procesión el 28 octubre de 1746. Acudieron al encuentro, afroperuanos, indígenas, españoles, criollos y mestizos.
Octubre, mes del Señor de los Milagros
Han pasado 370 años desde que pintaron la imagen y, en el transcurso de este tiempo, cinco papas han consagrado el culto al Señor de los Milagros: en 1750, el Papa Benedicto XIV otorgó indulgencias a todos aquellos que acompañaban la procesión, y en 1778, el Papa Pío VI también concedió la misma gracia.
En el 2003, el Santo Juan Pablo II bendijo a todos los devotos del Cristo Crucificado. En el 2005, también el Papa Benedicto XVI invocó a favor de los devotos. Y del mismo modo, en el 2020, el Papa Francisco colmó de bendiciones al Nazareno peruano, declarado Patrimonio Cultural del Perú en el 2005.
Desde hace décadas, el Cristo de Pachacamilla sale cada año en octubre a recorrer las calles en diferentes partes del mundo y bendice a multitudes de fieles que lo acompañan. La devoción por el “Cristo de los Inmigrantes” se ha expandido en todas los países donde los peruanos han inmigrado y ha tocado el corazón de todas las razas, clases sociales y culturas de las naciones que lo acogen con fe. Y he aquí el gran milagro.
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