No sabría decirte si puedo navegar siempre contento. No sabría contarte si puedo ser siempre sincero.
A menudo dudo de mi capacidad para entregar la vida. Y siento que mi egoísmo es más fuerte que mi altruismo.
Sí que estoy enamorado de la vida y de sus gentes aunque en ocasiones nubes negras turben mi ánimo.
Hay vida más allá de mis playas, esas donde descanso perdida de vista la otra orilla. ¿Qué sentido tiene todo lo que vivo?
¿Está ya escrito en las estrellas? ¿O puedo yo con mano firme dibujar mi futuro, ciegos mis ojos?
Ver lo bueno de la vida
New Africa | Shutterstock
Me niego a quedarme anclado en expresiones que desangran mi vida cuando las digo: «No lo entiendo, no lo quiero. No lo acepto«. Son fardos pesados que me amargan y quitan la esperanza.
Sueño con encontrar miradas que saquen lo mejor de mi alma. Y me hagan disfrutar de la vida, cada día un sueño.
Me gusta el valor de las lágrimas que vierto, a veces por motivos que yo mismo desconozco.
Rescato el olor de la risa fácil, compartida, escondida a veces, rápida o constante.
Sé que sólo vale la vida que queda enterrada en la tierra que se habita, no la vida que se pierde en vanas discusiones.
Me gustan las cosas bellas que alegran la mirada. Me gusta el sonido de la buena música y el color de los atardeceres, cuando me queda tiempo para perderlo mirando el horizonte. Sin prisas, sin tiempo.
Me hace gracia pensar en todo lo que Dios guarda al alcance de mis manos. Y yo pierdo el tiempo buscando en lugares equivocados.
Hay tanto misterio alrededor…
Los caminos de Dios son tan extraños. Unen y separan de forma antojadiza. ¿Cómo hace Dios para que nada encaje?
Huyo de los que tienen respuestas para todo. De los que creen poder explicar su historia y encuentran lógicas escondidas en todo lo que les sucede.
Me asustan los que están seguros de todos sus principios y no están dispuestos a renunciar a nada de aquello en lo que siempre han creído.
Tengo miedo de los que nunca se equivocan y pretenden tener respuestas y consejos para todas las encrucijadas del camino.
Me gusta la música que cada día suena diferente. Y las letras que componen palabras y frases siempre distintas.
Siempre esperanza
Las cosas pequeñas tienen más valor que las declaraciones solemnes. Y no pretendo dar lecciones de vida sin antes haber sufrido mucho. Como leía el otro día:
«Sentía que la vida era como un torbellino de placer y dolor, ningún día se parecía otro y nunca podía estar segura de nada».
Lucinda Riley, Matilde Fernández de Villavicencio, Sheila Espinosa Arribas, Las siete hermanas 1: La historia de Maia
Los torbellinos, las cascadas, el agua de una tormenta que no deja atravesar caminos. Y la esperanza.
Siempre el paso del tiempo pone las cosas en su sitio, o las revuelve de forma definitiva.
Fijándome en lo que me gusta…
Me gustan las miradas alegres a las que nada les parece imposible. Me alegran el día los que gritan con voz suave y corren con paso calmado.
Los que construyen sueños que parecían lejanos y se levantan con el alma en paz, descansados.
Los que hablan bien del que parece su enemigo y no se indignan al escuchar las críticas.
Me gustan los humildes de pies de barro que no han luchado en exceso por cuidar su imagen.
Dios a mi lado
Therese Westby/Unsplash | CC0
Me he levantado cada mañana dispuesto a pintar un cuadro. Algún día compraré los lienzos y las pinturas. Sin pasión por la vida, no hay vida. Sin entregar los miedos, no hay futuro.
Tengo en el alma un amor muy hondo. Con rostro humano, con ojos y voz, y el susurro constante de Jesús diciéndome que me ha llamado.
No veo la luz al final del túnel cuando me pongo triste. Y no logro alejar las nubes cuando temo la lluvia.
Detrás de cada mala noticia hay un silencio y una lágrima, o un suspiro. Y al acabar el llanto viene la luz de la esperanza de un Dios que me ha llamado a vivir a su lado.
Cediendo el control
¿Cómo no voy a hacerlo? Me desesperan los que son negativos con sus miradas y palabras, los que se enredan y malinterpretan juzgando.
Me cansan los mezquinos que viven pidiendo cuentas y calculando todo lo que el mundo les debe.
No le tengo miedo a la muerte que me habla de un futuro inmenso, eterno. He decidido dejar de controlarlo todo para que la vida siga su rumbo.
¿Quién mantendrá fijo el timón y usará los remos? La corriente del agua me lleva por caminos extraños que desconozco.
Descubrir el amor
Me da paz saber que tras una sonrisa se esconde un corazón grande, impetuoso.
Y tras un abrazo una carne que me jura fidelidad eterna. Y tras las lágrimas vertidas una complicidad sagrada.
He descubierto a Dios en la carne humana,tantas veces. Escondido, agazapado, esperando.
Y me ha llamado aquel que todo lo ve a ser sus ojos, yo que nada veo. A ser su voz, yo que no sé hablar. A ser sus manos, yo que no sé amar.
Pero Él cree en mí más de lo que yo creo. Sorpresa. Un Dios que ve detrás de lo escondido y me hace tener luz viviendo en las tinieblas.
El sonido de la noche me llena de nostalgias. Y la luz del amanecer despierta mis pasos. He decidido emprender de nuevo el camino.
No le tengo miedo a todo lo que se esconde delante de mis ojos. Camino convencido y feliz, nada temo.
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