El obispo de Ávila, monseñor José María Gil Tamayo, valora en esta entrevista el servicio que las religiosas y religiosos de clausura ofrecen por la Iglesia y el mundo al encomendar nuestras preocupaciones a Dios.
Con motivo de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, Aleteia.org está dando la oportunidad a sus lectores de compartir sus intenciones de oración, en esta ocasión con el Monasterio de la Encarnación de Ávila (Misa especial por tus seres queridos: comparte tus intenciones de oración).
La comunidad de las carmelitas descalzas, en la que vivió treinta años santa Teresa de Jesús, encomendará las intenciones de nuestros lectores en la misa que se celebrará el próximo día 10 de noviembre.
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Nadie mejor que monseñor José María Gil Tamayo, obispo de Ávila y reconocido experto en comunicación, puede ayudarnos a valorar el servicio que realizan las religiosas y religiosos contemplativos por la Iglesia y el mundo.
–Don José María, ¿qué sentido tiene en nuestra sociedad hiperactiva e hiper tecnológica que mujeres y hombres dediquen su vida a la oración por la Iglesia y el mundo?
–Monseñor José María Gil Tamayo: Son un recordatorio de la presencia de Dios, en nuestro mundo secularizado. Por desgracia, Dios quiere ser quitado del horizonte, quiere ser ocultado. A los creyentes les quieren reducir al ámbito de la vida privada o al interior de las sacristías. La presencia de los contemplativos y de las contemplativas es un recordatorio de la primacía de Dios: de que Dios es lo más importante. Y esto bueno. Es especialmente necesario. Necesitamos estos recordatorios de la presencia de Dios. Es necesario reivindicar esta presencia de la vida contemplativa, de los monjes y las monjas. Sin Dios nada tienes. Al recordárnoslo, los contemplativos no solo se convierten en una manera de alzar un grito silencioso a Dios pidiendo por nuestro mundo, por la gente. Además nos recuerdan que Dios nos quiere, nos perdona, nos ha salvado, en su Hijo Jesucristo, nos abraza, y nos lleva a la plenitud.
Rafa Esteve (Wikipedia)
–¿Usted cree que el mundo católico es consciente realmente del valor que aportan contemplativos y contemplativas con su oración constante por la humanidad?
–Monseñor José María Gil Tamayo: Creo que se han perdido grados en esa conciencia de la vida contemplativa, quizá por esa secularización interna que ha afectado a la propia Iglesia. El Papa Francisco nos pide que seamos evangelizadores con espíritu, en plenitud. Sin los contemplativos y las contemplativas, sin los monasterios, no estaríamos viendo la plenitud cristiana. Por tanto, yo creo que hay que reivindicar el papel las monjas de clausura, de los monjes, en la vida real. Es importantísimo. Hemos de ser altavoces en las parroquias, en las asociaciones, en las familias, en los colegios de esa llamada de Dios: Dios llama a almas para que se dediquen a la vida contemplativa.
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–Con esta campaña estamos invitando a cualquier persona a compartir sus intenciones de oración con motivo de la Conmemoración de los Fieles Difuntos que tiene lugar en un año de pandemia. ¿Usted también encomienda sus intenciones de oración a monasterios de su diócesis?
–Monseñor José María Gil Tamayo: Sí, lo hago porque soy un necesitado. El obispo es el principal necesitado de oraciones para su ministerio y también para la vida de la comunidad cristiana. Yo soy un afortunado, porque que tengo en nuestra diócesis quince monasterios, de ellos cinco caramelos de Teresa de Jesús. A ellas les pido que recen que intercedan por tantas y tantas necesidades que tenemos. Lo hemos experimentado especialmente en este año: sentir su ayuda, sentirse fortalecidos, sentirse en las manos de Dios… Además Él nos dice: “pedid y se os dará, buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá…”.
Además, nos ha dicho Jesús que, donde dos o más se ponen de acuerdo en pedir al Cielo, nos lo concederá.
En este tiempo, esta iniciativa en favor de los difuntos es necesaria. La Sagrada Escritura nos dice que, si no creyera, sería inútil rezar por nuestros difuntos. Nuestros difuntos no los podemos olvidar. Es un deber de justicia y de caridad. Pedimos para ellos la visión de Dios, que es la plenitud a la que nos encaminamos de una manera plena en la resurrección final. Pedimos por ellos y al mismo tiempo sentimos el golpetazo de la muerte, el vacío, el echar de menos, que es una forma de cariño.
Eso ahora se transforma no simplemente con el embellecimiento de los cementerios sino con la oración y sobre todo con el sacrificio renovado de Cristo.
–Los contemplativos y contemplativas se ofrecen por nosotros sin pedir nada a cambio. ¿Cómo un católico puede colaborar de forma activa y tangible con los monasterios?
–Monseñor José María Gil Tamayo: Pues yo diría que en primer lugar la oración tiene que ser recíproca. El que haya vida contemplativa, monasterios, no nos exime de la primacía de la oración, porque es la primacía de Dios. Y orar tiene que formar parte de nuestra vida. Jesús nos enseña la oración más bella, que es el Padrenuestro. “Orad sin desfallecer”, nos dice. Primero con la oración: orar por ellas. Para que los monasterios contemplativos tengan esa renovación de vocaciones tan necesaria. Esto es muy importante. Se están cerrando monasterios por el envejecimiento de sus miembros. Hacen falta jóvenes.
Esto nos sucede cuando vivimos como si Dios no existiera, cuando Dios es excluido de la vida ordinaria, cuando se pone en un primer plano simplemente el tener, cuando se olvida nuestra razón de ser y las razones de la fe, cuando perdemos el sentido de nuestra vida.
Por eso es importante la contribución de las familias, que son necesarias en la educación en la vida contemplativa como un horizonte, no digo profesional, pero sí de entrega de la vida. Ese es el mejor aporte.
Y luego está la limosna. Ciertamente es importante. La necesitan. Dentro de ese “ora et labora”, básico en la vida monacal, entra el ganarse la vida. Ayudarles es importante.
Resumiendo: podemos contribuir sobre todo con la oración, con una cultura vocacional que anime a que otros sigan esta llamada de Dios a dedicarse a la oración, a la contemplación, al misterio de Dios, testimoniando la Resurrección de Jesús.
Pero también el cariño que tenemos a los monasterios tiene que pasar por el bolsillo.
–Como obispo de Ávila, ¿cuál cree que es el mensaje nos dejaría santa Teresa si viviera hoy, en 2021?
–Monseñor José María Gil Tamayo: Yo cambiaría el tiempo verbal. Yo no diría si “viviera hoy”, sino que “vive hoy”. Vive en los monasterios, vive hoy en sus hijas, vive hoy en sus escritos, y vive hoy con esa presencia de la comunión de los santos.
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El mensaje que nos da es el mensaje de siempre: el que nos dio en sus escritos, como “maestra de espirituales”, así la calificó el Papa san Juan Pablo II. Nos diría que “solo Dios basta”: la primacía de Dios, la vida de oración, poder hablar con Dios.
El Papa Francisco me escribió una carta con motivo del congreso del quincuagésimo aniversario de su proclamación como doctora de la Iglesia de Santa Teresa de Jesús. En ella, nos decía Papa: santa Teresa “nos sigue hablando hoy a través de sus escritos y su mensaje está abierto a todos para que al conocerlo y contemplarlo nos dejemos seducir por la belleza de la palabra y por la verdad del contenido y pueda hacer brotar dentro el deseo de avanzar en el camino hacia la perfección”.
Y continuaba diciendo el Papa: “Tenerla como amiga, compañera y guía en nuestro peregrinaje terrenal confiere seguridad y sosiego en el alma. Su ejemplo no es solo para aquellos hermanos y hermanas nuestros que sienten la llamada a la vida religiosa, sino para todos los que desean progresar en el camino de la purificación de toda mundanidad, y que conduce al desposorio con Dios, a las elevadas moradas del castillo interior”.
Pues este es el mensaje de Teresa, de siempre.
Y no olvidemos: recemos por nuestros difuntos. Es un deber de justicia y de caridad cristiana.
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