No me sorprende que el pesimismo se adueñe de muchos corazones, son tiempos sombríos.
Pero sé también que detrás de cada mal hay un bien posible a punto de estallar debajo de la tierra.
He descubierto mil voces que me son familiares. Y las llevo grabadas para no olvidarlas aunque a veces los rostros me bailen y no los reconozca.
Pero no me olvido de los corazones confiados que se entregaron un día o muchos. No olvido las raíces hondas que se adentran en mi alma. Son mis raíces, son mis amores tejidos en la piel por dentro.
Todo lo que me pasa vale
Di Natalia Deriabina|Shutterstock
He comenzado de nuevo a dibujar en un papel en blanco las cimas que sueño. Siempre me ha gustado pintar con colores suaves la tez del mundo.
Me alegran esas voces que dan los que más quieren, los que más sueñan. Creo que detrás de un sí perpetuo y para siempre se esconde un corazón de niño confiado. Un corazón que no teme a la vida ni a sus desengaños.
He aprendido a descubrir detrás de unas lágrimas el miedo y la tristeza. O solo la emoción al encontrar en el corazón eco por lo que observo.
Una risa puede ser sincera o estar llena de mentiras. Todo depende. Y he aprendido a vivir disfrutando lo que me toca, dándole a Dios lo que llevo en mis ojos.
He aprendido a sentir que todo lo que me pasa tiene un valor y un sentido. He dejado de lamentarme y de quejarme cuando las cosas no tienen el color que yo esperaba.
Aceptar y seguir soñando
De nada sirven mis lágrimas ante la leche derramada. Quiero aceptar las circunstancias con alegría.
Y sé que detrás de mis sueños se esconde el paraíso.
Me gustan los abrazos y las miradas sinceras. Las sonrisas y las carcajadas de niño. Y reconozco a las personas que tienen paz en el alma, aunque su mundo tiemble.
Me gustan los que sueñan aunque parezca imposible lograr lo soñado. Y he descubierto en la amistad un valor único y sincero.
Nada puede enturbiar la confianza. El amor es para siempre y no vivo cuestionándolo.
Acepto los errores como parte del camino. No pongo en duda todas las cosas vividas. Me gusta caminar sin perder el aliento. Y entiendo que detrás de cada esfuerzo hay una pequeña recompensa.
Creo en el mañana como esa oportunidad que Dios me regala para empezar de nuevo. Y acepto que en las guerras no se ganan todas las batallas.
Me mira Dios agradecido por todo lo que me regala. Aunque tenga miedo a perder, no por eso dejo de abrazarlo.
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