¿Quién es Rigoberta Menchú?
En 1992, el Premio Nobel de la Paz recaía en una mujer de origen indígena que había dedicado buena parte de su vida a luchar contra la violencia utilizando la paz como arma. Rigoberta Menchú se convertía entonces en la primera persona indígena en recibir el galardón y en la más joven, récord que superaría años después la pequeña Malala. El Nobel suponía el reconocimiento internacional a largos años de esfuerzo para alcanzar la paz tras sufrir en su propia piel la violencia de la guerra.
Rigoberta Menchú sufrió una infancia llena de penalidades e injusticias. Con tan solo cinco años empezó a trabajar en el campo, donde fue testigo de las duras y precarias condiciones de trabajo a las que eran sometidos los indígenas.
El gobierno del militar Fernando Romeo Lucas sumió a Guatemala en un periodo de represión en el que Rigoberta sufrió la pérdida de sus padres y de uno de sus hermanos que fueron torturados y asesinados. Dos de sus hermanas respondieron a aquellos brutales asesinatos uniéndose a la guerrilla mientras que Rigoberta decidió utilizar el pacifismo para denunciar las injusticias del régimen.
Profundamente religiosa, Rigoberta reclamó una y otra vez que se respetara a los indígenas y acusó a los dirigentes guatamaltecos de violar sistemáticamente los derechos humanos a la vez que ponía sobre la mesa la precaria situación de las mujeres indígenas.
La voz de Rigoberta llegaba cada vez a más personas por lo que el gobierno puso el foco en su persona hasta que tuvo que exiliarse a México. Fuera de su país natal, Rigoberta continuó con su mensaje de paz y de denuncia de las atrocidades realizadas contra su pueblo. Su discurso traspasó fronteras y llegó a ser escuchado en las Naciones Unidas.
Rigoberta utilizó la dotación económica del Premio Nobel de la Paz para crear una fundación que llevaba su nombre en la que poder continuar luchando de manera efectiva contra las injusticias sociales y políticas en Guatemala. Un año después, se incorporó como mediadora a las negociaciones de paz en su país que culminaron exitosamente con el fin del conflicto armado en 1996. Dos años después recibió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
El mismo año que recibió el Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú fue recibida en audiencia privada por el Papa Juan Pablo II. La fe en Dios fue primordial para una de las activistas en favor de los derechos humanos más importantes de Latino América. Años después, alabó el papel del Papa Francisco, de quien destacó su labor «a favor del respeto a los derechos de los más desposeídos» en una carta dirigida al pontífice. En la misma misiva, Rigoberta Menchú destacó también su papel como abanderado de la lucha contra las injusticias: «nos llama a oponernos con determinación al sistema de explotación, opresión y discriminación que padecemos».
Rigoberta Menchú continúa con su labor en favor de los derechos de los más desfavorecidos como embajadora de buena voluntad de la UNESCO y a través de la Fundación Rigoberta Menchú Tum, que tiene como misión «contribuir a recuperar y enriquecer los valores humanos para la construcción de una ética de Paz Mundial, a partir de la diversidad étnica, política y cultural de los pueblos del mundo».
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