¿Has dejado de confiar en ti?

No sé por qué no sigo luchando cuando parece todo perdido. Dejo de lado el sueño de la victoria. Pinto de gris los colores vivos que me encienden. Olvido las motivaciones, y las risas, y la voz calmada de quien me dice que siga creyendo.

No sé por qué de repente me veo solo en medio de la oscuridad. Sin luces, sin salidas. ¿Cómo seguir soñando? Decía el tenista Rafael Nadal:

Mi enemigo no es la derrota, mi enemigo es el miedo a perder”.

Tengo miedo a perder y me bloqueo. Súbitamente la confianza en mí mismo se esfuma. Y lo que antes parecía fácil se torna imposible. Al menos así lo ve mi mirada pesimista. Comentaba Rafael Nadal después de ganar un partido de tenis tras una remontada épica:

“En mi opinión, el ejemplo no es la remontada, el ejemplo, en mi opinión, es no romper una raqueta cuando tienes 5-1 en el tercero o no estar fuera de control cuando las cosas no van de la manera correcta. Simplemente mantenerse positivo, permanecer en la cancha, aceptar que el oponente está jugando un poco mejor que tú y aceptar que no estás tan bien. Ese es el único ejemplo. Porque a veces la frustración llega cuando crees y te consideras demasiado bueno y no aceptas los errores que estás cometiendo. Y para mí ese es el único ejemplo que puedo tratar de dar. No te consideres demasiado bueno. Acepta los errores, porque todo el mundo tiene errores y sigue adelante tras los errores. Esa es la única manera”.

Es cierto. Lo que educa como ejemplo no es ganar o perder. Sino la actitud que yo tenga en ambos momentos. Mi mirada infantil que se frustra con los contratiempos.

La mirada tan humana que me hace desconfiar de las estrellas. ¿Cómo voy a confiar si siguen su rumbo sin escuchar mi voz, sin hacer caso a mis deseos? Desconfío de lo que no controlo.

Y también desconfío de mí cuando empiezo a perder fuerzas, o cuando las cosas no van bien. Me frustro, me altero, grito, me enfado. ¿Qué sentido tiene tirar por la borda lo que aún no está perdido?

Mientras tenga un minuto más para vivir puedo hacer algo. Puedo cambiar mi vida. Puedo llegar más lejos. Puedo cambiar mi actitud.

Mi enemigo son los fantasmas que vuelan en mi corazón diciéndome que mi vida no vale tanto. Que no merece la pena seguir remando, luchando, corriendo. Que no voy a lograr lo que deseo, que me olvide. Que es imposible. Y yo me lo creo. Y dejo de esforzarme.

No quiero perder el sentido de lo que vivo. No es un juego. Es un sueño posible. Una batalla. Una oportunidad más. Sólo eso.

Y sigo caminando por los caminos que llevan al cielo. Mientras todo parece extrañamente claro delante de mis ojos. Es una lección aprender de los que trabajan, se esfuerzan y luchan sin perder nunca la esperanza. Es una forma de vivir que me da vida.

No todo son derrotas o victorias. Tengo mucho que aprender. No es el éxito o que resulten mis planes. Se trata de ir educando el corazón. Es la tarea que tengo por delante.

Un corazón valiente, fuerte, audaz. Un corazón que no deja de luchar, aunque parezca difícil seguir adelante. Un corazón intrépido que sigue dispuesto a dar la vida.

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