Secretos de santa Hildegarda para retomar una alimentación sana

Santa Hildegarda (1098-1179) nos ha legado su inmenso saber sobre las virtudes de las plantas y los alimentos presentes en la naturaleza. Al tiempo que indicaba numerosos remedios (como los que veréis en la galería) para tener buen humor y alegría, anteponía en primer lugar la prevención a través de la alimentación, en la digna tradición de Hipócrates.

Decía santa Hildegarda que la alimentación de la alegría nutre de verdad, depura el hígado y los intestinos, elimina “la bilis negras”, da una sangre pura y un espíritu dichoso.

“Santa Hildegarda nos orienta con sencillez hacia los alimentos capaces de despertar nuestra fuerza vital”, explica la naturópata Corinne Graux.

A continuación, algunos consejos para alimentarse saludablemente durante el confinamiento.

Adapta la alimentación a tus necesidades

Como buena dietista, santa Hildegarda consideraba que lo que es bueno para uno no lo es necesariamente para su vecino. Recomendaba un plato adaptado a cada constitución física, a cada estado de salud, a cada edad y a cada estación. Un régimen a medida, en definitiva.

Para Hildegarda, todo era una cuestión de equilibrio. La persona, al igual que la tierra, debe contener una “buena cantidad de humedad” en su interior. Este equilibrio se mantiene gracias a una justa proporción entre los alimentos de naturaleza caliente, fría, seca y húmeda, pero también por nuestros buenos pensamientos y acciones.

Así, la santa recomendaba beber siempre un poco de agua (o de vino) durante la comida y acompañar los platos con una salsa (vinagreta, salsa de carne, caldo de verduras) para evitar que los alimentos permanezcan “en seco” en el estómago, cosa que perturbaría la digestión… El vinagre (de vino) tenía, según la santa, la propiedad de mantener el pH preciso en el estómago y los intestinos, así como evitar la formación de coágulos de sangre en las arterias.

Elegir alimentos curativos

La reina de los cereales, según Hildegarda de Bingen, es la espelta, “grano excelente, de naturaleza caliente, grande y lleno de fuerza, y más dulce que otros granos: al que lo come, le da una carne de calidad y proporciona sangre de calidad. Da un espíritu alegre y trae alegría a la mente del hombre”.

La espelta apareció en el siglo X antes de Cristo, luego fue sustituida por el trigo por motivos de rendimiento y fue redescubierta hace 30 años aproximadamente. Como no ha sufrido “presión selectiva”, su gluten sería de muy buena calidad y no ataca la barrera intestinal. Sin embargo, los especialistas recomiendan la espelta no hibridada de productores certificados (no cruzada con el trigo).

Fácil de digerir, rica en minerales, en oligoelementos, en vitaminas y en probióticos, la espelta es además un valioso antiinflamatorio y antidepresivo natural, al tiempo que estimula las defensas inmunitarias. Se puede consumir en diferentes formas: hervida, en pan, como arroz, pastas y galletas…

Otros alimentos altamente recomendables:

  • el hinojo, antiespasmódico, diurético y desinfectante.
  • la castaña,
  • la judía verde,
  • las cucurbitáceas (calabacín, calabazas),
  • las hortalizas “de raíz” cocinadas al vapor (zanahoria, chirivía, nabo, apio…),
  • la cebolla (siempre cocinada),
  • el ajo fresco crudo o cocinado después de secado,
  • almendras y dátiles,
  • hígados de ave salteados o en mousse,
  • manzana cruda o cocinada,
  • pera cocinada,
  • conejo,
  • membrillo…

Limitar los alimentos intermedios

Si no hay problemas de salud, se aconseja consumir con moderación las solanáceas (tomate, berenjena, pimiento y patata, porque la solanina, componente tóxico de esta familia de alimentos, aumenta los leucocitos en la sangre y crea un potencial oncogénico).

Lo mismo pasa con los pescados grasos (trucha, salmón, sardina…), reservados a los de buena salud. “Si una persona robusta y grasa lo come, el rábano negro la cura y la purifica. Sin embargo, será perjudicial en caso de enfermedad y delgadez”, señaló santa Hildegarda. La misma persona rolliza secretará, en cambio, “sustancias pútridas” si abusa de la miel (!).

Las personas de buena salud pueden consumir un poco de leche, pero preferentemente en invierno y después de maceración en ortiga, para que “disminuyan los malos jugos”. En cuanto a la naturaleza caliente del cerdo, no sería beneficiosa para las personas…

Evitar los alimentos tóxicos

A Santa Hildegarda no le gustaban mucho los puerros, ni las cebolletas, ni los melocotones, ni las ciruelas (a menos que estén empapadas en vino), tampoco las fresas ni las verduras crudas (excepto la ensalada verde si está bien condimentada).

Según ella, ¡estos alimentos serían incluso venenosos para las personas! Adiós también a la col (indigesta), a ciertos champiñones, a las sandías y a las lentejas (que no hay que confundir con las lentejas de agua).

Poner el cuerpo a dieta

Aunque santa Hildegarda prohibía los regímenes demasiado restrictivos, en los que uno termina por debilitarse moralmente a fuerza de privarse, sí era favorable a las monodietas que permiten poner al cuerpo en reposo evitando alimentos demasiado pesados. Pueden tener diversas formas. Por la noche, una o dos veces a la semana, un bol de arroz ecológico o un caldo de sémola de espelta y una infusión de hierbas de hinojo.

Una monodieta de tres o siete días (alternando compotas, pastas y sopas de espelta). En este último caso es preferible el asesoramiento de un especialista.

Diane Gautret

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