Por qué el cielo será una unión de amigos, tanto viejos como nuevos

Sabemos muy poco del Paraíso, ya que no es tanto un “lugar” como una “experiencia”  insondable. ¡Es la unión definitiva con Dios y eso es difícil de explicar con palabras!

Sin embargo, varios santos han intentado imaginar cómo sería el Cielo, empleando la Biblia como punto de partida.

Por ejemplo, san Gregorio Magno observó la parábola de Jesús donde aparecen el hombre rico y Lázaro. Señala que Lázaro está junto a Abraham en el Paraíso.

El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. (Lucas 16,22-23).

En sus Diálogos, Gregorio usa este episodio del Evangelio como evidencia de que nos reconoceremos en el Cielo, incluso si no nos vimos físicamente entre nosotros en la tierra.

Pero para los elegidos acontece algo aún más admirable, porque no sólo reconocen a los que han conocido en este mundo, sino que reconocen como ya vistos y conocidos a los buenos que nunca han visto. Porque cuando vean a los antiguos padres en la herencia eterna, éstos no les serán desconocidos a la vista, ya que siempre los han conocido en sus obras. Allí todos ven a Dios en una claridad común. ¿Qué podrán ignorar allí donde conocen a Aquel que lo conoce todo?

De esta forma, compartiendo una unión íntima con Dios, serán capaces de hablar y conversar con cualquiera que esté en el Paraíso, incluyendo los grandes personajes históricos y los santos. No sentiremos nervios por hablar con ellos, sino que será un profundo encuentro de amigos.

Gregorio también emplea un episodio de su vida como ejemplo, describiendo un hombre piadoso que conoció que tuvo una visión similar antes de morir.

Un romano piadoso de una vida muy digna de alabanza, que murió hace unos cuatro años, vio a la hora de su partida –según atestiguan otros hombres piadosos que estuvieron allí presentes–, a los profetas Jonás, Ezequiel y Daniel, y los llamó por sus nombres diciéndoles que eran sus señores. Afirmó que ellos habían ido a por él, y con los ojos bajos, en señal de reverencia, dejó su cuerpo. Este hecho da a entender claramente cuál será el conocimiento en la vida incorruptible, ya que este hombre hallándose todavía en su carne corruptible, reconoció a los santos profetas a los que ciertamente nunca había visto.

Cuando pensemos en nuestra propia muerte, podemos despertar en nuestro interior un mayor deseo por el Paraíso al esperar con emoción el día en que estaremos unidos con Dios y tendremos oportunidad de hablar con tantísimos santos que hemos admirado estando en esta tierra. 

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