En un video mensaje publicado con ocasión de la fiesta de los santos mártires mexicanos, el Cardenal Sandoval Íñiguez aseguró que los santos mexicanos martirizados en la primera mitad del siglo XX, durante la Guerra Cristera por la persecución del Gobierno contra los católicos, “ahora desde el Cielo pueden intervenir, pueden interceder, para que Dios nos libre de esta amenaza que tenemos ahora encima”.
“Eran 22 sacerdotes y tres laicos”, dijo, y recordó que fueron canonizados por San Juan Pablo II en el Vaticano el 21 de mayo del año 2000.
Uno de los ejemplos que nos dejaron los mártires mexicanos, destacó, es su “ejemplo de fidelidad al trabajo, de no abandonar a los fieles, no abandonar al rebaño cuando viene el lobo”.
“Se quedaron con sus fieles para ayudarlos espiritualmente en la clandestinidad”, dijo.
El Purpurado recordó que durante la Guerra Cristera los sacerdotes “vivían por allá en casas particulares que les prestaban, en el campo, la barranca, en cuevas” y “salían a pastorear a sus fieles en las noches, a bautizarlos, casarlos, decirles Misa, celebrarles exequias”.
Este también es un modelo de “fidelidad a Cristo hasta la muerte”, aseguró.
“Murieron con ese grito en la boca: Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe”, añadió.
El Cardenal mexicano destacó que siempre admiró de los mártires “la alegría, la serenidad, la tranquilidad, porque tenían una grande fe en la vida eterna y una esperanza de estar pronto en el Cielo”.
El Arzobispo Emérito de Guadalajara alentó a “celebrar a nuestros mártires aunque estemos en una situación especial con la pandemia del coronavirus”.
“Tenemos que celebrarlos, hay mucha literatura de ellos para que se lea y se conozcan sus vidas”, señaló.
El Cardenal Sandoval Íñiguez alentó a los fieles a encomendar a los santos mártires mexicanos “la propia suerte de creyentes, la propia santificación y salvación que es lo que más nos interesa y lo que más vale para nosotros”.
“Esta vida pasa, queramos o no, y nos espera otra vida que nos tiene prometida el Señor”, señaló.
La Guerra Cristera
Las tensiones entre Iglesia y Estado que detonaron la Guerra Cristera se remontan a mediados del siglo XIX, cuando el Gobierno de Benito Juárez, con las Leyes de Reforma, retiró propiedades a la Iglesia Católica en México.
El conflicto se agravaría con la Constitución de 1917, que desconocía una serie de derechos de la Iglesia, como su personalidad jurídica, restringía el culto público y limitaba el número de sacerdotes, entre otras medidas. Cuando Plutarco Elías Calles llega al poder, promulga la Ley de tolerancia de cultos, conocida como “Ley Calles”, para hacer efectivos los artículos constitucionales contra la Iglesia.
Así, los sacerdotes estaban prohibidos incluso de vestir traje talar en las calles, se suprimieron las congregaciones religiosas y la enseñanza de religión en las escuelas.
La intransigencia de Calles llevó a la Iglesia a suspender el culto en los templos el 31 de julio de 1926. Este sería el factor determinante para que en diversas ciudades del país, de forma espontánea y sin una organización central, los pobladores se levantaran en armas contra el gobierno mexicano.
La Guerra Cristera concluyó oficialmente el 21 de junio de 1929 con la firma de los acuerdos entre el Arzobispo mexicano Leopoldo Ruiz y Flores, como delegado apostólico del Papa Pío XI, y el entonces presidente del país, Emilio Portes Gil.
No sería hasta 1992 que se reformó la Constitución de México y se promulgó la Ley de asociaciones religiosas y culto público, dándole personalidad jurídica a la Iglesia en el país. Sin embargo, la Iglesia Católica tiene aún restricciones importantes, como la prohibición de poseer canales de televisión.
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