A veces me parece que Dios no está en mi camino. Cuando las cosas no resultan como yo deseo, cuando mis planes no se realizan. Y alzo mi voz al cielo gritando para que me oiga. Quiero saber por qué las cosas no suceden cuando yo quiero.
Él me lo recuerda: “No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad”.
Los tiempos de Dios no son los míos. Ni sus caminos los que yo añoro y deseo. Tiene otros planes.
Pienso en esta pandemia. Me ha sucedido en el mejor momento de mi vida. ¿Es cierta esta frase? Oigo muchas quejas. Había tantos planes sobre el tapete, tantas posibilidades con las que había soñado…
¿Es este el mejor momento para que suceda todo esto que altera mis planes? Sin duda. Siempre que sucede algo en mi vida quiero pensar que es el mejor momento. Pero no lo hago con una mirada ingenua y torpe. No es así.
Es el mejor momento de mi vida cuando he perdido a un ser querido. Cuando he perdido mi empresa. Cuando no puedo estar con la persona a la que amo. Cuando no puedo seguir compartiendo la vida con quien amaba porque me ha dejado.
Sí, hoy es el mejor día. O como dice otra frase: “Esto es justo lo que yo quería”.
Sus planes no son mis planes. Por eso es lo mejor. Es lo que Él quiere, porque Él no se desentiende de mí, no me abandona a la suerte, no se olvida de mi vida.
Me va a acompañar todos los días de mi vida. Va a estar presente en mí allí donde me encuentre. Y ese lugar en el que tenga que vivir estos días sin duda será el mejor lugar. Mi tierra, con los próximos con los que comparto la vida. Con las renuncias que forman parte de cualquier camino, de cualquier amor.
Esa mirada es la que me da esperanza y alegría. Esto es justo lo que yo quería, aunque elegiría mil veces el camino de la salud, de la vida, del amor fiel. O el camino contrario a aquel por el que camino.
Pero mi suerte está en Dios que siempre es fiel y no me deja. Lo que Él permite en mí es lo mejor, aunque no entienda. Decía el padre José Kentenich:
“Dios tiene un plan de amor con cada persona. No llegaremos a tener una plenitud de vida que incluye la paz y la alegría del corazón, si no nos preguntamos cuál es este plan y cómo podemos vivirlo y poner todo de nuestra parte para que esto se realice”.
Su camino es mi camino, mi mejor camino. Va a ser el que me haga más suyo, más santo, más dócil, más generoso. Es su camino el que elijo, el que me lleva con prontitud a su presencia. Mi corazón se alegra.
Justo lo que yo quería. Esa mirada lo cambia todo. Dejo de vivir amargado y lleno de quejas y lo miro todo con una sonrisa de paz y esperanza.
Esta pandemia es justo lo que yo quería. ¡Qué contradicción! Cuando ha provocado tantas muertes y dolores, cuando ha llevado a la ruina a tantas personas. ¿Cómo puede haber un bien escondido en medio de tantas ruinas?
Dios es el único que puede sacar un bien de un mal, una perla preciosa de un poco de tierra. Puede hacerlo todo porque me ama con locura y convierte mis terrenos pedregosos en anchos caminos llenos de flores y árboles.
No tengo miedo porque confío. Le he perdido el miedo a la vida. Dejo de temer que esta pandemia me quite la paz. Mi vida es para la eternidad.
Estoy llamado a confiar en medio de mis tormentas exteriores e interiores. Confío en que ese Dios al que amo nunca me va a dejar sin esperanza, no me va a abandonar, no se va a alejar por otro camino. Va a caminar a mi paso y va a realizar la promesa de plenitud que un día tejió en mi pecho. No le tengo miedo a la vida.
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