“Nadie sabrá de mí”, un thriller sobre el perdón que te hará meditar sobre uno de los principios teológicos del Papa Francisco
Cuando no se la respuesta, cuando no se que hacer, cuando me agobio y todo parece perdido tengo una frase del Papa Francisco grabada a fuego en mi mente. Es un de sus cuatro Principios Fundamentales. El primero: “El tiempo es superior al espacio”. Los que me conocen saben que suelo usar bastantes veces esta frase.
Es un concepto bastante simple que el arzobispo Victor Manuel Fernández, rector de la UCA ha explicado también en varias ocasiones: “permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos”. No es estar sin hacer nada… esperando. Es otra acepción, es trabajar como si de una cadena se tratara. Eslabón a eslabón y el Espíritu Santo hace el resto. Une los eslabones en el momento adecuado, los deshace si es necesario y da las respuestas que uno necesita.
A este principio teológico desde hace un par de semanas le he añadido otra frase. La afirma María, la protagonista del nuevo libro de Javier Arias Artacho, “Nadie sabrá de mi”, de la editorial Almuzara. La pronuncia en, posiblemente, el peor momento de su vida: “Siempre hay luz, pero hay que tomar distancia y saber esperar”.
Una frase que denota la esperanza del que sabe que al final el bien siempre gana y del que tiene la esperanza puesta en Alguien superior. Tomar distancia, saber esperar. Si a esto le sumamos el perdón como “leitmotiv” de una historia apasionante, nos encontramos con un “thriller” que sin ser cristiano, ni religioso (tampoco lo pretende) se deja poseer por la profunda fe de su autor Javier Arias.
Tres historias, tres grandes eslabones
“Nadie sabrá de mi” es una novela con tres historias. Tres historias aparentemente inconexas que se van narrando e intercalando con la minuciosidad de un orfebre. María y su vida en la posguerra barcelonesa. Isabel y su secuestro en la dictadura de Videla. Marisa, que se encuentra con el cadáver de su amante en la Barcelona del siglo XXI. Descripciones prolijas, muy detalladas y narraciones de cada una de las épocas con la minuciosidad que sólo alguien muy labrado en la novela histórica puede realizar.
Todo un reto para el lector que ve cómo va transportándose de un lado a otro; de un tiempo a otro; de un espacio a otro, capítulo a capítulo. Eslabones que se van formando para que al final todo tenga sentido. Hay incluso un momento mágico. Un momento de la novela en el que quedas en shock. Dejas la atenta lectura y vuelvas incrédulo a leer el título de la Novela: ¿Es posible?
Y hasta aquí puedo llegar. Nada más. El resto debe ser un ejercicio de paciencia. Papa Francisco recomienda en muchas ocasiones el Evangelio según San Mateo 13, 24-30: La parábola del trigo y la cizaña. Todo va creciendo hasta la hora de la cosecha y finalmente se cortan las malas hierbas y se queman; se corta el trigo y se guarda en la bodega. Dice el Papa: “Nosotros a veces tenemos una gran prisa por juzgar, clasificar, poner de este lado a los buenos y del otro a los malos… Dios en cambio sabe esperar”.
Háganme caso. Empiecen la novela. Vayan leyendo poco a poco. Que a nadie se le ocurra ir al final para ver la solución. Tendrán tentaciones, pero no cedan… Como la vida misma. Los cristianos sabemos que el final es una victoria, pero para llegar a ella hay que pasar por valles, cuestas, campos floridos y desiertos. No se precipiten, ni se agobien. Lean “Nadie sabrá de mi” con este principio teológico en su mente: “El tiempo es superior al espacio”.
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