Los días anteriores se produjeron marchas de feministas radicales, que realizaron actos vandálicos en catedrales e iglesias de varias partes del país (en Querétaro, en la propia Ciudad de México) y la acostumbrada marcha del 2 de octubre (bajo el lema “2 de octubre no se olvida”, rememorando la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, en 1968).
Contra todas las previsiones y acompañada del silencio de la prensa y de los medios, la concentración de ayer domingo 3 de octubre podría ser un parteaguas en la reconsideración del fallo de la Suprema Corte de Justicia, no solamente por el músculo mostrado por la corriente pro-vida mexicana, sino por la representación en ella de todos los estamentos sociales y de todos las confesiones religiosas de México.
Además de que en esta ocasión las concentraciones no se centraron solamente en el tema del aborto, sino que recuperando el lema que se había puesto en boga en años anteriores (“Queremos que vivan los dos””), se incorporó a la demanda el respeto irrestricto a la mujer. De hecho, los organizadores y la Conferencia del Episcopado Mexicano fueron muy claros al subrayar que al considerar al cuerpo de la mujer como un objeto, se fomenta aún más el machismo mexicano.
Sobre este último aspecto, es necesario considerar que la despenalización del aborto deja sin pena ninguna también al sujeto violador o a quienes hayan inducido a la mujer a “deshacerse del producto” en las primeras semanas de gestación. Y eso es particularmente peligroso en un país como México donde cada día se comete un promedio de diez feminicidios, es decir, diez asesinatos de mujeres por su mera condición de mujeres.
Uno de los aspectos centrales de la manifestación en Ciudad de México (que partió del Auditorio Nacional por la calle central de Reforma hasta el monumento que corona el Ángel de la Independencia, en el corazón de la capital) fue la realización de un ultrasonido a una jovencita de 15 años de edad realizada por un médico. La joven, de nombre Ana, fue invitada a la marcha. Y en medio de consignas de sí a la vida, por un minuto y por medio de altavoces, la gente pudo escuchar los latidos del corazón del bebé.
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