Durante su intervención el Papa Francisco, como es habitual al recibir a realidades eclesiales, les sugirió una serie de recomendaciones “para su crecimiento espiritual y su misión en la Iglesia y en el mundo”.
“Están llamados a que fructifiquen el carisma que el Señor les ha confiado y que es el origen de Cursillos de Cristiandad, en cuyo grupo de iniciadores destacaron Eduardo Bonnín Aguiló y el entonces Obispo de Mallorca, Juan Hervas y Benet, que supieron acompañar el crecimiento del Movimiento con paternal solicitud”.
Afirmó que ellos fueron “auténticos misioneros” porque “no dudaron en tomar la iniciativa y con valentía se acercaron a la gente, involucrándolos con simpatía y acompañándolos en el camino de fe con respeto y amor”.
En ese sentido, invitó a los miembros de los Cursillos a mostrar el Evangelio, “haciéndose cercanos a los amigos, a los conocidos, a los compañeros de estudio y de trabajo para que también ellos puedan vivir una experiencia personal del amor infinito de Cristo que libera y transforma la vida”. “¡Qué necesario es salir, sin cansarse nunca, para encontrar a los alejados!”, exclamó.
Pero también “para ayudar a los otros a crecer en la fe, cumpliendo un recorrido de cercanía al Señor, se debe experimentar primero en primera persona la bondad y la ternura de Dios”.
El Papa aseguró que “el Señor quiere encontrarnos, quedarse con nosotros, ser nuestro amigo y hermano, nuestro maestro, que nos revela el camino que hay que recorrer para alcanzar la felicidad. Él no nos pide nada a cambio, pide sólo que lo acojamos, porque el amor de Dios es gratuito, un puro don”.
Además, explicó que “el encuentro con Cristo y con la misericordia del Padre que Él nos dona, es posible ante todo en los Sacramentos, en particular en la Eucaristía y en la Reconciliación”.
“En la Santa Misa celebramos el memorial de su sacrificio: todavía hoy Él realmente dona su Cuerpo por nosotros y derrama su Sangre para redimir a la humanidad”. Asimismo, “en la Penitencia Jesús nos acoge con todos nuestros límites y pecados, para donarnos un corazón nuevo capaz de amar como Él, que amó a los suyos hasta el final”.
“Otra vía es la meditación de la Palabra de Dios, especialmente la lectio divina, mediante la cual podemos escuchar al Señor que nos indica el camino a recorrer y nos anima frente a las incertidumbres y dificultades que la vida presenta”.
En resumen, “encontramos el amor de Cristo en la Iglesia, que testimonia en las diversas actividades la caridad de Dios” y “todo en la comunidad eclesial tiene como fin hacer tocar con la mano a las personas la infinita misericordia divina”.
Volviendo al propio carisma de Cursillos, el Santo Padre expresó que “desde el inicio se entendió que solamente en el interior de las relaciones de amistad auténtica era posible preparar y acompañar a las personas en su camino, un camino que parte de la conversión, pasa a través del descubrimiento de la belleza de una vida vivida en la gracia de Dios, y llega hasta la alegría de convertirse en apóstoles cada día”.
Y desde entonces, “miles de personas en todo el mundo han sido ayudadas a crecer en la vida de fe”.
El Papa reflexionó sobre el anonimato y el aislamiento típico de las ciudades y remarcó la importancia de “la dimensión de acogida, familiar, a la medida del hombre, que ustedes ofrecen en los encuentros de grupo”.
“Pueden siempre mantener el clima de amistad y fraternidad en el que orar y compartir cada semana las experiencias, acontecimientos y fracasos apostólicos”.
Y a este respecto, el Pontífice les pidió que cuando celebren una de sus reuniones en pequeños grupos favorezcan la apertura “a una dimensión social y eclesial más grande, involucrando también a quien está en contacto con su carisma pero no participa habitualmente de algún grupo”.
“La Iglesia, en efecto es una 'madre de corazón abierto' que nos invita a veces a 'retardar el paso', a 'dejar a un lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar', a 'renunciar a las urgencias para acompañar a quien permanece al borde del camino', dijo el Pontífice recordando una idea de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.
Antes de concluir, aseguró que “es bonito ayudar a todos, también a quien está más cansado en su vivir la fe, a permanecer siempre en contacto con esta madre, siempre cercanos a esta gran familia que acoge y que es la Iglesia”.
Francisco selló el encuentro con una nueva invitación a “mantener vivo el celo, el fuego del Espíritu que siempre empuja a los discípulos de Cristo a llegar a los alejados, a 'salir de la propia comodidad y a tener la valentía de alcanzar todas las periferias que tienen necesidad de la luz del Evangelio”.
Qué bello es “¡ayudar a los hombres y mujeres de hoy a descubrir la belleza de la fe y de la vida de gracia que es posible vivir en la Iglesia, nuestra madre!”, exclamó. “Y lo harán si son dóciles, en actitud de humildad y confianza, a la guía de esta Santa Madre, que siempre busca el bien de todos sus hijos; si están en sintonía con sus pastores y unidos con ellos en la misión de llevar a todos la alegría del Evangelio”.
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