(ZENIT – 29 mayo 2019).- El Papa Francisco beatificará el próximo domingo, 2 de junio de 2019, en Rumanía –país que visitará a partir de mañana, viernes 31 de mayo– a siete obispos mártires greco-católicos, torturados bajo el régimen comunista soviético.
Esta será la primera vez que el Papa Francisco presida la Divina liturgia, es decir, la Misa por el rito bizantino. Así, Francisco celebrará la Santa Misa a partir de las 11 horas (10 h. en Roma), en el Campo de la Libertad de Blaj, donde beatificará a los 7 mártires rumanos, torturados y encarcelados en los años previos a que Nicolás Ceasucescu se convirtiera en el máximo responsable del país, cargo que asumió en 1967 hasta que fue ejecutado en 1989.
El decreto de Martirio para beatificar a Valeriu Traian Frențiu, Vasile Aftenie, Ioan Suciu, Tit Liviu Chinezu, Ioan Bălan, Alexandru Rusu y Iuliu Hossu, asesinados entre los años 1950 y 1970, fue promulgado el 19 de marzo del 2019 por el Pontífice, a través de la Congregación para las Causas de los Santos.
El 25 de marzo del 2019 la Santa Sede confirma que el domingo 2 de junio del 2019 Papa Francisco beatificará a los siete obispos mártires en el Campo de la Libertad de Blaj.
Calvario de la Iglesia Greco-Católica
En 1945, vivían en Rumanía un millón y medio de católicos de rito oriental, una iglesia viva y pujante, que volvió a la unidad con Roma en 1698. Al final de la Segunda guerra mundial, Rumanía cae bajo la influencia de la Unión Soviética: El Partido Comunista Rumano, partido marxista-leninista de Rumanía, llegó al Gobierno el 30 de diciembre de 1947. Esto desencadena el calvario de la Iglesia Greco-Católica, que pasa a ser “ilegal” y todas sus propiedades son confiscadas.
Las autoridades comunistas, con la connivencia de la jerarquía ortodoxa, decidieron suprimir esta Iglesia siguiendo órdenes de Moscú. La intención, en todos los países de la órbita comunista, era separar a los católicos del Papa.
Ni un solo obispo cede
A pesar de las presiones que sufren el clero y la feligresía greco-católica para asimilarse a la iglesia oficial del estado, ni un solo obispo cede y así los siete obispos sufren encarcelamiento en régimen de exterminación y torturas. En este periodo, la Iglesia Greco-Católica siguió funcionando en clandestinidad y en diáspora. El comunismo en Rumanía duró hasta el derrocamiento del dictador Nicolás Ceausescu en 1989.
Primero se lanzó una campaña para que el clero greco-católico se integrara en la Iglesia Ortodoxa: de 1.600 sacerdotes sólo cedieron 38. A pesar de ello, se declaró disuelta a la Iglesia Greco-Católica y fueron confiscados sus edificios y sus bienes. Después llegó la persecución física: cientos de sacerdotes greco-católicos fueron detenidos y presionados, aunque casi ninguno cedió.
Valeriu Traian Frentiu
Fue Obispo de Oradea primero, y luego Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Alba Iulia y Fagaras. El régimen comunista le arrestó el 28 de octubre de 1948. Fue recluido en el campo de concentración de Dragoslavele, luego en el Monasterio de Caldarusani -convertido en centro de reclusión-, y, desde 1950 en el centro penitenciario de Sighetul Marmatiei.
Ioan Suciu
El obispo Ioan Suciu, de Alba-Julia, pronunció estas palabras en su catedral antes de ser detenido: “Nos someteremos a las leyes pero no haremos nada contra nuestra fe. Y si nos preguntan: ¿de qué parte estáis, de parte del pueblo o de parte del Papa?, responderemos: de parte de Dios, para que ayude a este pueblo”. Lo detuvieron el 28 de octubre de 1948 y murió a causa de las repetidas torturas físicas después de 5 años de calvario.
Alexandru Rusu
El 13 de agosto de 1956, bajo el pretexto de ser recibido en audiencia por el ministro de asuntos religiosos, Petre Constantinescu-Iasi, fue separado de los otros dos obispos y trasladado al monasterio de Cocoțu de Niculițel. En 1957, el tribunal militar de Cluj lo condenó a 25 años de trabajo forzado por instigación y alta traición. Fue encarcelado en Gherla, en la celda número 10, en el sótano, donde se comportó con gran dignidad.
En la primavera de 1963 fue golpeado por una enfermedad renal. El 9 de mayo, después de haber bendecido a los presentes y a sus compañeros de celda, dijo: “Mis hermanos, ahora voy a Dios para recibir mi recompensa por la vida recibida de Él, de la Iglesia y de los rumanos”. Estas fueron sus últimas palabras. Fue enterrado sin ninguna ceremonia religiosa en el cementerio de los presos políticos de Gherla, en la tumba nº 133.
Vasile Aftenie
Obispo de Ulpiana. Fue arrestado el 28 de octubre de 1948 por las autoridades comunistas y trasladado primero a Dragoslavele y luego al campo de concentración construido en el Monasterio de Caldarusani, donde fue torturado y mutilado. Por último, fue encarcelado en la prisión de Vacaresti, donde murió el 10 de mayo de 1950.
Tit Liviu Chinezu
El prelado fue arrestado el 28 de octubre de 1948 junto a otros sacerdotes y obispos y trasladado al monasterio de Neamt. Después lo trasladaron a la cárcel de Caldarusani donde, el 3 de diciembre de 1949, recibió la ordenación episcopal de otros obispos prisioneros. Cuando la noticia de la ordenación llegó a las autoridades comunistas, el nuevo obispo fue trasladado al centro penitenciario de Sighetul Marmatiei. Allí padeció una grave enfermedad por culpa de los trabajos forzados, el hambre y el frío. Murió el 15 de enero de 1955 y fue enterrado en una fosa común.
Ioan Balan
Fue consagrado obispo de Lugoj en 1936 y más tarde fue nombrado metropolita. Fue arrestado el 28 de octubre de 1948 y recluido en Dragoslavele y luego en el monasterio de Caldarusani. En mayo de 1950 fue trasladado al centro penitenciario de Sighetul Marmatiei. En 1956 fue trasladado al monasterio de Ciorogarla donde enfermó gravemente. Murió el 4 de agosto de 1959.
Iuliu Hossu
Fue obispo de la Eparquía Greco-Católica de Gerla, en Transilvania. El 28 de octubre de 1948 fue arrestado por el gobierno comunista y deportado a Dragoslavele. Luego fue trasladado al monasterio de Caldarusani y más tarde a la cárcel de Sighetul Marmatiei. Tras pasar por otros centros de reclusión lo trasladaron de nuevo al monasterio de Caldarusani. Permaneció encarcelado hasta su muerte el 28 de mayo de 1970.
Algunos testimonios de muchos
Estos siete obispos greco-católicos son sólo algunos de los cristianos de Rumania, obispos, sacerdotes y laicos, que merecen la corona del martirio.
Uno entre muchos es Ioan Ploscaru, obispo, fallecido en 1998 a los 87 años de edad, de los cuales quince pasados en la cárcel en condiciones inhumanas; o Alexandru Todea, consagrado obispo en secreto en 1950 y encarcelado de 1951 a 1964. Tras permanecer 13 años en prisión, al salir reorganizó la Iglesia greco-católica en la clandestinidad y al caer el comunismo fue nombrado arzobispo y luego cardenal con Juan Pablo II.
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