Richard Davidson, especialista en neurociencia afectiva, dice que “la base de un cerebro sano es la bondad”. En sus estudios ha recogido una gran cantidad de datos que muestran que cuando las personas se involucran en un comportamiento generoso y altruista, activan circuitos en el cerebro que son un factor clave para fomentar el bienestar general.
El estudio muestra que nuestros cerebros se están formando constantemente, la mayoría de las veces de manera involuntaria, pero que mediante la configuración intencional de nuestras mentes podemos moldear nuestros cerebros para fortalecernos y ser más felices.
Los seres humanos venimos al mundo con una bondad innata que necesita cultivarse.
Si en una etapa temprana de la vida, un niño recibe altruismo y respuestas de un corazón cálido, este será muy diferente a aquel que ha recibido agresión y egoísmo. Davidson dice que al final se tomará una preferencia por uno o por otro.
Cuando participamos en prácticas que están diseñadas para cultivar la bondad como la amabilidad, la compasión y la generosidad, en realidad no estamos creando algo nuevo; algo que no existía. Lo que estamos haciendo es reconocer, fortalecer y fomentar una cualidad que estaba allí desde el principio.
El científico compara esto con el lenguaje. Mientras las personas están en un ambiente salvaje sin exponerse a la lengua no podrán comunicarse de esa manera que esperamos.
Necesitan ser educados en una comunidad lingüística para poder expresarse. Lo mismo sucede con la compasión. Necesitamos una comunidad compasiva para ser nutridos por ella.
La evidencia científica indica que la forma más efectiva de activar los circuitos en el cerebro asociados con el bienestar y las emociones positivas es a través de la generosidad.
Cuando vivimos generosamente los circuitos se activan de una manera más duradera que la forma en que respondemos a otros incentivos positivos como ganar un juego o ganar un premio.
Al mismo tiempo, al centrarse en lo que le estamos dando más que en lo que estamos recibiendo, la generosidad crea una orientación más hacia fuera, hacia el mundo y desplaza la atención de nosotros mismos hacia los demás.
“Lo que vemos es que estas oscilaciones de alta amplitud en el cerebro son indicativas de plasticidad, lo que significa que esos cerebros son más capaces de cambiar y que tienen más potencial y son más resistentes”.
Para los científicos no solo podemos aspirar a lograr un mayor bienestar, sino que podemos asumir la responsabilidad de nuestras propias mentes. Esto significa que estamos menos acabados de lo que pensamos, y que el simple acto de ser amable puede ayudarnos a explorar la plasticidad de nuestro potencial mental.
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