La iglesia donde el reloj cucú encierra al Sagrado Corazón de Jesús

Los colores de la bandera de Colombia volvieron a la cúpula de la centenaria iglesia del Voto Nacional, en la que a las 12 del mediodía un reloj cucú da la hora. Lo particular es que al sonar la hora no sale un pájaro si no una escultura dorada del Sagrado Corazón de Jesús que imparte su bendición en pleno corazón de Bogotá.

La restauración de la torre del reloj y de la imagen sagrada de 1,67 centímetros hace parte de las obras de recuperación de esta iglesia, la segunda en importancia en el país después de la Catedral Primada.

El sacerdote Darío Echeverri, párroco desde hace 18 años del Voto Nacional, recuerda los orígenes del templo: “Después de la Guerra de los Mil Días (1889-1902), en la que murieron más de cien mil personas y el país quedó devastado, hubo afortunadamente un momento de sensatez porque la población se estaba acabando. El arzobispo de la época propuso hacer un ‘voto nacional’ por la paz, convertir el templo que devotos construían en honor del Sagrado Corazón en símbolo de reconciliación y consagrar el país a esta devoción”.

La iglesia, a cargo de la comunidad Claretiana, es simbólica en muchos sentidos, como lo dijo el alcalde de la ciudad, Enrique Peñalosa, quien lideró la recuperación: “Primero, porque es, ojalá, el inicio de una paz muy sólida para Colombia. Hoy vemos las razones por las que se mataron en la Guerra de los Mil Días como absurdas, pues igual de absurdas se van a ver en pocos años las razones por las que nos matamos en esta época”.

El Voto Nacional fue el escenario de la consagración de Colombia al Sagrado Corazón y en 1964 fue declarada basílica menor por el papa Pablo VI. Hasta 1971 fue sede del Te Deum, un acto en el que los presidentes de la República renovaban la consagración de la Nación al Corazón de Jesús y agradecían su protección.

Un gran valor artístico

Gracias a las obras se volverá a apreciar en toda su magnitud esta simbólica iglesia, que ya recuperó los cristales de su cúpula en los colores amarillo, azul y rojo de la bandera del país, los cuales habían sido destruidos y reemplazados por una pared de cemento durante el Bogotazo, otra de las épocas violentas de la historia colombiana. También volvieron a relucir los vitrales cuyo tema es el sol resplandeciente, así como las ventanas del transepto del norte y sur y los vidrios de los rosetones.

Igualmente se recuperaron la fachada, contrafachada, coro y sotocoro, y se reforzaron los muros y columnas del presbiterio (área en torno al altar) y del tambor de la cúpula. Actualmente están instalados andamios estructurales por fuera de la cúpula desde los cuales se restaurarán los elementos externos, porque las obras aún continúan.

El padre Darío Echeverri enfatiza que “esta iglesia no solamente es una página de la historia del país, también es una expresión del arte. Hay óleos del pintor colombiano Ricardo Acevedo –quien por cierto está enterrado junto a su esposa en el templo–, bienes muebles, una maravillosa ornamentación y muchos artículos religiosos que son verdaderas joyas de arte”.

Otra de las características que refleja de su valía artística y su simbología política es que la palabra pax (referente al período de la pax romana) está grabada y pintada unas 200 veces en el exterior y el interior del templo, obra de los arquitectos Julián Lombana, Francisco Olaya y Antonio Stoute. También se destaca en su fachada el escudo de Colombia rodeado por las esculturas de Santo Toribio, San Luis Bertrán, Santa Rosa de Lima y San Pedro Claver.

Testigo de la degradación social

El Voto Nacional se convirtió en el punto de llegada de personas de todo el país porque en sus inmediaciones estaba la principal estación de buses, como lo recuerda el padre Darío: “Fue algo muy especial pero también causa del deterioro como ocurre en toda zona donde llegan buses intermunicipales y, al igual que el entorno, la iglesia se fue deteriorando”.

Junto a la informal estación de pasajeros y mercancías se instaló una plaza de mercado y las familias que residían en los alrededores fueron dejando el barrio, afectado también por la construcción de nuevas vías. Entonces las casas pasaron a ser inquilinatos y bodegas y se formó una zona de tolerancia en la que hacia 1980 surgió la Calle del Cartucho, de triste recordación en Colombia porque había prostitución, drogadicción, indigencia, asesinatos y todos los dramas humanos posibles.

Veinte años después se recuperó la calle pero la degradación, las adicciones y la violencia se trasladaron más cerca de iglesia del Voto Nacional, en lo que se llamó el Bronx. Entonces la situación de la basílica empeoró hasta el punto que a algunas misas no asistían ni veinte personas. “Esta situación representó crueldad, dolor, impotencia y mucha vergüenza, una zona que era un cáncer para la ciudad, a escasos 300 metros de la residencia del presidente. Fueron años muy duros”, asegura el párroco.

La boda de un embajador

Aunque la gente no quería ir al Voto Nacional, hubo unos pocos feligreses que mantuvieron viva la fe. Los principales son indígenas ecuatorianos que se asentaron en el sector y han tomado la iglesia como propia. “¡Si usted viera el catolicismo de esa gente! Los domingos después de la misa ofrecen desayuno en la casa cural y hacen oración durante toda la mañana, y los miércoles en la tarde se dedican al estudio de la Biblia”, relata el padre.

Estos indígenas otavaleños fueron los protagonistas de una especial boda que tuvo lugar hace cerca de seis años en el Voto Nacional. El embajador de España de la época le dijo al párroco que quería casarse allí y que fueran los ecuatorianos quienes cantaran en la celebración.

“Se imaginará el miedo de los embajadores invitados y sus escoltas, pero terminaron sorprendidos porque lo que encontraron aquí fue ternura y verdad. Yo les decía en la homilía que era un lindo gesto de reconciliación: allí estaba un representante de España junto a los indígenas, los ricos más ricos compartiendo con gente muy muy pobre”.

El Bronx ya no existe, la gente volvió a sus eucaristías y la iglesia del Voto Nacional ha ido recuperándose para salvaguardar su valor histórico, religioso, político, arquitectónico y patrimonial. La esperanza es que nuevamente sea el símbolo de la reconciliación y la paz en Colombia.

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