¿Se puede creer en Dios gracias a la ciencia?

Ha sido muy interesante la reflexión del célebre físico italiano Antonino Zichichi. Por mucho tiempo muchos exponentes del mundo anticlerical han puesto en duda su autoridad científica al afirmar que cree en Dios gracias a la ciencia.

Sin embargo, todavía hoy, Zichichi parece tener un H-index (índice de impacto en el mundo científico) igual a 62, como Stephen Hawking (62) y muy superior, por ejemplo, a Carlo Rovelli (52) y al Premio Nobel Sheldon Lee Glashow (52).

“Los descubrimientos científicos son la prueba de que no somos hijos del caos, sino de una lógica rigurosa. Si hay una Lógica debe haber un Autor”, escribió Zichichi, profesor emérito de Física en la Universidad de Boloña, ganador del Premio Fermi y ex presidente de la European Physical Society (EPS) y del Instituto Nacional de Física Nuclear.

El físico ha desmentido que la ciencia pueda explicar o reproducir los milagros, lo que sería equivalente a “engañarse con descubrir la existencia científica de Dios”. Y eso es imposible, pues si fuera la ciencia quien lo descubriera, Dios no podría estar hecho más que de ciencia y basta. Si hubiera sido la matemática quien llegara al ‘Teorema de Dios’, el Creador del mundo no podría estar hecho más de que matemática y ya. Sería poca cosa. Nosotros creyentes queremos que Dios sea todo: no solo una parte del todo”. O, si a Dios se le pudiera indagar a través de la ciencia (la famosa “prueba científica” solicitada por los antiteístas) ya no sería el Creador, sino una simple criatura.

Zichichi describe desde siempre dos realidades de la existencia, la trascendental y la inmanentista. La segunda, dice, es estudiada por los descubrimientos científicos, mientras que la primera es competencia de la teología. “Es un error pretender que la esfera trascendental deba ser como la que nosotros estudiamos en nuestros laboratorios. Si las dos lógicas fueran idénticas no podrían existir los milagros, sino solo los descubrimientos científicos. Si fuera así, las dos esferas de lo Inmanente y Trascendente serían lo mismo. Es lo que pretenden aquellos que niegan la existencia de lo Trascendente, como hace la cultura atea. No es un pequeño detalle. Los milagros son la prueba de que nuestra existencia no se agota en lo Inmanente. Sino que hay más”.

Pero el mismo Autor de lo que la ciencia descubre, continúa el eminente científico italiano, “es una inteligencia muy superior a la nuestra. Es por eso que los grandes descubrimientos han sucedido, no mejorando los cálculos y las medidas sino de lo ‘totalmente inesperado’. El mayor de los milagros, amaba decir Eugene Wigner (gigante de la ciencia), es que existe la ciencia”.

Las palabras de Zichichi se refieren claramente a las reflexiones de Albert Einstein, quien a su vez escribía: “Encuentra usted curioso que yo considere la comprensibilidad del mundo como un milagro o misterio eterno. Pues bien, a priori cabría esperar un mundo caótico, que no puede en modo alguno ser aprehendido por el pensamiento. Al contrario, la especie de orden creada, por ejemplo, por la teoría de la gravedad de Newton, es de carácter totalmente distinto. Porque si los axiomas de la teoría son planteados por el hombre, el éxito de una empresa de esta clase supone un orden de alto grado del mundo, objetivo que a priori nadie estaba autorizado a esperar. Este es el milagro que se fortalece más y más con el desarrollo de nuestros conocimientos. Aquí se encuentra el punto débil de los positivistas y de los ateos profesionales, que se sienten felices porque tienen la conciencia no sólo de haber privado con todo éxito al mundo de sus dioses, sino también de haberlo despojado de sus milagros”. (A. Einstein, “Carta a Maurice Solovine”, GauthierVillars, Paris 1956 p.102).

También el único Premio Nobel vivo italiano, el físico Carlo Rubbia, se dejó cuestionar por el “porqué” la ciencia puede ser tan eficaz: “Si contamos las galaxias del mundo o demostramos la existencia de las partículas elementales, de manera análoga probablemente no podamos tener pruebas de Dios. Pero, como investigador, estoy profundamente impresionado por el orden y la belleza que encuentro en el cosmos, así como dentro de las cosas materiales. Y como observador de la naturaleza, no puedo evitar pensar que hay un orden superior. La idea de que todo esto es el resultado de la casualidad o de la pura diversidad estadística, para mí es completamente inaceptable. Hay una inteligencia a un nivel superior, además de la existencia del universo mismo” (C. Rubbia, Neue Zürcher Zeitung, marzo de 1993).

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