Los expertos en el fenómeno sectario, especialmente desde el ámbito de la psicología, sociedades médicas y críticos de las pseudociencias vienen advirtiendo desde hace años sobre un nuevo flagelo social que debería ya ser un tema de preocupación pública: los promotores de pseudoterapias, en su mayoría dentro del ambiente “New Age”, donde no es clara la frontera entre medicina, espiritualidad, magia y fantasía.
Son hoy la nueva deriva sectaria que más daño está haciendo en las sociedades occidentales, que en medio de un gran relativismo que no duda en poner al mismo nivel la medicina que la astrología, crece un desesperado pragmatismo por buscar resultados sin importar de donde vengan, sin importar la verdad de las cosas.
La afanosa búsqueda de una mejor calidad de vida que tiene a millones de seres humanos saltando de un libro de autoayuda a otro, de un método a otro, ha sido un caldo de cultivo de incontables charlatanes que con una fórmula mágica prometen la felicidad y el bienestar.
El pensamiento mágico es hoy la gran puerta de entrada por la que muchas personas con gran ingenuidad creen toda clase de discursos irracionales y dogmáticos que hacen pasar por ciencia lo que no lo es.
Siempre venden verdades parciales seductoras que las vuelven leyes generales, como afirmar que toda enfermedad es por una causa de tipo emocional. En parte puede ser cierto en algunos casos, pero no es así en todas las enfermedades. Es sencillamente absurdo.
Pero hoy en día podemos encontrarnos con el pensamiento mágico y anticientífico en discursos contrarios a las vacunas, o los que consideran que la tierra es plana. No importa cuanta evidencia científica se les muestre para decirles que están equivocados, porque seguirán defendiendo su creencia irracional contra toda prueba en su contra.
Por otra parte, la vulnerabilidad social y el desamparo en el que muchas personas viven verdaderos dramas vitales les hace ir detrás de cualquiera que le prometa una salida exitosa, segura y rápida hacia una vida más sana y feliz.
Al igual que en las sectas, las personas captadas suelen ser personas muy inteligentes, que están necesitadas de respuestas, en sincera búsqueda y no necesariamente son tontos como suele pensarse, sino que son víctimas de una situación de vulnerablidad. ¿Cómo detectar a estos vendedores de “métodos revolucionarios” que solo ofrecen humo y suelen ser un peligro para sus adeptos?
Como modo de discernimiento y ayuda a los incautos, sintetizamos seis características que suelen estar presentes en las propuestas de charlatanería vinculada a las pseudoterapias, aunque también sean comunes a las estructuras sectarias:
- Tiene el secreto mejor guardado y es universal, el “método infalible” para todos, ya sea en nutrición, curación de enfermedades específicas o simplemente para lograr la longevidad, promocionado con mucho marketing, con fotos y videos que dan testimonio de los increíbles resultados, tergiversando con imparable verborragia cuestiones científicas o históricas, con un mar de palabras técnicas sin sentido, para que quien escucha no se anime a preguntar demasiado y confíe ciegamente en la propuesta.
- Vende su producto o método sin evidencia científica, sino a base de testimonios y con la promesa de que “no hacen daño” y son “menos costosos a la larga”. En algunos casos inventan la evidencia científica, porque no la publican en ninguna revista científica autorizada, sino en sus propios blogs, canales de Youtube o páginas de Facebook. En algunos casos se amparan simplemente en su título profesional, lo cual no lo habilita para enseñar cualquier cosa. Lo que no suelen explicar son los daños irreversibles para quien abandona el tratamiento médico por ir detrás de su charlatanería. Por otra parte, si no tiene interés económico, sino simplemente por alimentar su ego, el tratamiento puede ser gratuito y esto también funciona para que muchos digan: “no es un engaño, porque es gratis”, lo cual es de una gran ingenuidad.
- Utilización de lenguaje pseudocientífico, esotérico y hermético. Además de usar prefijos que den aire de cientificidad como “neuro”, “psico”, “bio”, la terminología que usan suele ser una críptica y extraña mezcla de lenguaje científico y religioso, donde la frontera entre lo espiritual, lo científico y los propios inventos se vuelve difusa y reina la confusión, anulando así cualquier posible cuestionamiento o crítica racional. Eso logra impactar al paciente como si estuviera ante el último descubrimiento, la última innovación en sanación que dejaría obsoleta la medicina tradicional. El tono siempre es muy soberbio, como si los demás no tuvieran la “mente abierta” para comprender el nuevo mundo que tienen delante de sus ojos.
- Discurso paranoide y mesiánico. Suelen advertir a sus adeptos que son perseguidos y criticados por la comunidad científica, ya que su método los deja obsoletos y no quieren aceptarlo porque pondría en jaque a las instituciones médicas y a los laboratorios. O si son profesionales, advierten que sus colegas por envidia o celos le critican duramente y no lo apoyan. Siempre son los genios que han descubierto la cura a todo y el mundo los persigue. Suelen explicar que, por su apertura mental y cambio de paradigma, no son comprendidos y en el futuro se los reconocerá. Muchas veces son auténticos narcisistas que solo hablan de sus logros y de lo importante que son ellos, mientras que el mundo no los reconoce. Es muy común en los líderes sectarios.
- Induce a la dependencia. En lugar de ayudar a sus pacientes a valerse por sí mismos, a ser más libres y responsables, les genera una creciente dependencia para que en todo lo consulten y cada vez más dependan del líder para sus decisiones, anulando progresivamente la libertad y el pensamiento crítico de sus adeptos. Aquí aparecen incluso profesionales que se transforman en “psicólogos-gurús” donde sus tratamientos son una confusa mezcla de dirección espiritual con tratamiento terapéutico. Esta técnica es muy utilizada por quienes también cobran la “consulta” y someten mediante una constante manipulación a sus adeptos, lo que constituye una relación abusiva.
- Él nunca tiene la responsabilidad sobre los resultados. Si el tratamiento funciona es siempre gracias a él, aunque haya sido un placebo. Pero si no funciona, la culpa es del adepto. Sencillamente se le dice que no tiene suficiente fe, o que “no ha resuelto bien sus pensamientos”, o que le “falta actitud”, o que su espíritu “está atado”, o que es el propio paciente quien no ha permitido la curación por sus malas decisiones o “sentimientos negativos”. Sencillamente los pseudoterapeutas nunca se equivocan y su método no falla. Esta forma de manipulación también es utilizada por algunos pastores en sectas de corte neopentecostal o curanderos de diverso origen, donde si la persona después de haber realizado una generosa ofrenda no recibe lo que esperaba, el problema es sencillamente su falta de fe.
Cada vez más se buscan soluciones rápidas y superficiales para cualquier tipo de problemas, lo cual es un caldo de cultivo para que surjan gurús que dejan encandilados a sus oyentes con ideas pobres que simplifican la realidad.
La gran mayoría de los libros de autoayuda, muchos de los cuales acaban convirtiéndose en ‘bestsellers’, están llenos de un sentimentalismo vacío de ideas, de pensamientos simples y de ilusiones mágicas. Y es que la pobreza cultural que crece a pasos agigantados es el terreno fértil para que cada vez más oportunistas vendan humo a multitudes deseosas de una idea que les haga sentirse mejor.
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