Clint Eastwood: papá cumple 90 años

El que posiblemente sea el último gran director clásico de cine vivo ha reflejado en algunas de sus películas (y queda por ver si de manera consciente) una relación paternofilial compleja y llena de sentimiento de culpa que podría ser una cierta manera de enmendar su comportamiento en la vida real. Un trasunto artístico de apuntalar un relato de reconocimiento de errores, toma de conciencia, arrepentimiento y enunciación nostálgica de lo que pudo haber sido y no fue.

Y si, amparados en el se non è vero, è ben trovatto, resultase que todo este argumento no es más que una interpretación no estrictamente sustentada en la realidad (tampoco conocemos TANTO la vida personal de Clint Eastwood), al menos sí nos servirá para echar un vistazo a la forma en que un padre puede tratar de reconducir a través de su obra los errores cometidos con su familia.

Apuntemos brevemente que este domingo 31 de mayo el actor y director californiano cumple 90 años, una edad propia de patriarca bíblico, permaneciendo en un envidiable estado de forma creativo, puesto que en los últimos años aún ha ofrecido películas más que estimables, incluso alguna pequeña obra maestra: Richard Jewell (2019), Mula (2018), Invictus (2009) e incluso algunos años ha “podido” con sorprendentes dobletes. Sorprendentes por su calidad y por tratarse de obras nada ligeras: El Intercambio y Gran Torino (ambas en 2008); Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima (ambas en 2006). No está nada mal dirigir entre los 76 y los 89 años esas 7 películas (y otras 7 más).

Por no zambullirnos demasiado en las aguas del cotilleo sobre su vida personal, baste reflejar el dato de que Clint Eastwood ha tenido ocho hijos con seis mujeres y que no todas sus relaciones de pareja y con sus hijos han sido plácidas y pacíficas, habiendo tardado en algunos casos hasta décadas en reconocer su paternidad y con ocasionales apariciones en la prensa de alguno de sus vástagos reconociendo que las relaciones con su padre no eran nada envidiables.

Y aquí llegamos a un asunto que podría ser una simple casualidad (spoiler: las casualidades no suelen existir) o alguna forma consciente o subconsciente de Clint Eastwood de enmendar en el arte sus relaciones (curiosamente siempre con hijas, no con hijos) deterioradas. Para ello recordaremos cuatro películas en las que la relación de Eastwood (de su personaje, más bien) con sus hijas es significativa.

Podríamos empezar por mencionar En la cuerda floja (codirigida por el propio Eastwood al alimón con Richard Tuggle en 1984), un thriller policiaco ambientado en Nueva Orleans por alejarlo del San Francisco donde se sitúan las películas de la saga Harry el Sucio, dado que el personaje de Eastwood y la trama guardan más que evidentes semejanzas. De hecho si el personaje se llamase Harry Callahan y la acción transcurriese en San Francisco podría pasar por otra entrega más.

La cuestión es que en esta película contemplamos a Eastwood jugar al fútbol americano con las dos hijas de su personaje, una de las cuales está interpretada por Allison Eastwood, una de sus hijas en la vida real. En mitad del partido debe abandonar el juego para acudir a cumplir con su trabajo policial investigando unas violaciones. Podríamos tomar la lectura de una llamada del deber que aleja al padre de sus hijos, trasunto, si así queremos verlo, del Eastwood absorbido por su trabajo en la industria del cine que da de lado sus responsabilidades como padre.

En su cada vez más habitual doble vertiente de director y actor, Poder absoluto (1997) nos muestra a un sofisticado ladrón de obras de arte que en el transcurso de uno de sus trabajos resulta testigo accidental de un asesinato perpetrado nada menos que por quien resulta ser el presidente de los Estados Unidos de América.

A pesar de su eficiencia, el personaje protagonista ha pasado largas temporadas en prisión, lo que unido a su permanencia al otro lado de la ley no ha contribuido precisamente a la fluidez de su relación con su hija (aquí interpretada por Laura Linney), que no solo es abogada sino que además trabaja como ayudante del fiscal del distrito.

De nuevo una relación paternofilial enfrentada pero con un personaje encarnado por Eastwood que intenta recuperar, consiguiendo al menos que su hija confíe en su inocencia, puesto que las sospechas sobre la responsabilidad del asesinato se vuelcan en el autor del robo.

Otra de sus hijas, Francesca, aparece interpretando a la hija del propio Eastwood (que también dirige) en Ejecución inminente (1999). El protagonista, un periodista alcohólico, tiene que cubrir la ejecución de un condenado a muerte pero tras descubrir algunas inconsistencias en el caso dispone apenas de 12 horas para investigar el asunto e intentar salvarle, tal vez una forma de autoredimirse.

Por el camino, su esposa descubre que le es infiel (otro punto en común con la agitada vida sentimental del Clint auténtico) pero (pequeño spoiler a la vista) al final de la película veremos al personaje paseando felizmente con su familia, comprando un hipopótamo de peluche para su hija.

Cerraríamos estas cuatro película de “personaje de Eastwood con peculiar relación con sus hijas, quizá trasunto de su propia vida personal” con Golpe de efecto (Robert Lorenz, 2012).

En esta ocasión nos alejamos de los ambientes policiales y criminales para adentrarnos en el mundo de los ojeadores y cazatalentos en el béisbol, con un protagonista que pretende demostrar que pese a la edad aún continúa siendo útil y valioso pero que debe valerse de la ayuda de su hija (Amy Adams) para contrarrestar su acusada pérdida de vista. Una hija abogada pero que resultará haber heredado el “ojo clínico” de su padre para detectar promesas del deporte.

Quizá mereciera otro capítulo enumerar películas en las que el personaje de Clint Eastwood (o el del protagonista de turno) ha establecido una relación de naturaleza paternofilial o de protección/tutelaje con otro personaje que no suponía vínculo filial o ni siquiera familiar: Dos mulas y una mujer (Don Siegel, 1970), Ruta suicida (C. Eastwood, 1977), El aventurero de medianoche (C. Eastwood, 1982, aquí con su hijo en la vida real, Kyle, interpretando al sobrino del personaje protagonista), El principiante (C. Eastwood, 1990), Un mundo perfecto (C. Eastwood, 1993) o Million Dollar Baby (C. Eastwood, 2004).

Quizá incluso habría que dedicarle otro capítulo a esa labor casi de patriarca (propia de los 90 años que cumple Eastwood este domingo) a su manera que desempeña en esa trilogía western dirigida por él mismo en que es todo un pueblo, todo un colectivo, quien recibe la “protección providencial” del duro personaje que protagoniza Infierno de cobardes (1973), El jinete pálido (1985) y Sin perdón (1992). Pero esos capítulos, en su caso, quedarán para otra ocasión, quizá para el próximo cumpleaños.

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