El creyente que se acerca a la Fachada del Nacimiento, la más famosa, encuentra en la parte superior de la puerta principal la imagen de la Sagrada Familia en Belén. Es uno de los motivos escultóricos más potentes de la basílica: colocada en el exterior, toda persona que se aproxima al templo ve en esa imagen una invitación a entrar en la Iglesia, porque la Virgen y san José nos ofrecen el Niño Jesús.
Gaudí podía haber hecho construir un parteluz (la columna que divide en dos mitades la puerta principal) liso, de piedra sin más. Sin embargo, quiso adornar esa columna que sostiene el Nacimiento con la genealogía de Cristo que se describe en el evangelio de Mateo. Por eso se la llama «la columna de Jesús».
Tal como aparecen en el primer capítulo de san Mateo, Gaudí hizo esculpir los nombres: Abraham, Isaac, Jacob… así hasta José.
Pero hay una pieza curiosa en la columna, que podría pasar desapercibida. En la base está esculpida en piedra la serpiente con un fruto en la boca, imagen que en el relato del Génesis se da al diablo y a la tentación que hizo que Adán y Eva desobedecieran a Dios y cometieran el pecado original.
Así, queda unido el pecado original a la promesa de Dios que va a enviar al Redentor para librarnos de él. Con una mirada ascendente, se comienza por la serpiente (el diablo y el pecado original), la estirpe de David y finalmente Jesús, en quien se cumple la promesa de la Redención.
El demonio existe pero Dios lo ha vencido
Más curioso resulta ver que la serpiente está cubierta por una malla de hierro gruesa, con la que Gaudí quiso mostrar que el demonio está vencido, atrapado. La serpiente está escondida a los ojos del visitante porque Dios frena su acción. Y no saldrá en la «foto» de la Fachada del Nacimiento: cero protagonismo para el diablo, aunque conviene no olvidar que existe.
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