David Beasley, jefe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) lo ha dicho el pasado jueves ante el Consejo de Seguridad de la ONU: la crisis mundial del hambre causada por el conflicto, y ahora agravada por el coronavirus, “se está moviendo hacia una fase peligrosa”.
Sin recursos disponibles, una ola de hambruna podría barrer a naciones enteras, ya debilitadas por años de inestabilidad, dijo Beasley. Hace cinco meses, cuando comenzaba la pandemia, lo advirtió. Los países gastaron 17.000 millones de dólares en estímulos fiscales. Hoy tendrán que ver hacia otros horizontes.
2021 un año de éxito o fracaso
Reconociendo que las reservas de los socios del PMA están llegando a sus límites, el funcionario de la ONU dijo que 2021 será un año decisivo. “Les insto a que no abandonen nuestro compromiso con la asistencia humanitaria. No le den la espalda al mundo hambriento».
Sin dejar de subrayar la “importancia crítica” de llevar a cabo “medidas sensatas” para enfrentar al coronavirus, Beasley pidió mantener las fronteras abiertas y los flujos comerciales en movimiento.
“Es vital protegerse de las consecuencias no deseadas que pueden afectar más a los más pobres”, indicó a los 15 miembros que componen el Consejo de Seguridad de la ONU.
Al describir las condiciones en África como “una cuestión de vida o muerte”, citó cálculos de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres según los cuales por cada muerte por la COVID-19 prevenida, ochenta niños pueden morir por falta de vacunación de rutina.
Niveles de crisis de hambre en África y Oriente Medio
La lista de agravios muestra que un aumento de la violencia, combinado con los efectos del coronavirus en la República Democrática del Congo, ha hecho que los 15,5 millones de personas que ya enfrentaban niveles de crisis de inseguridad alimentaria se disparen a 22 millones de seres humanos.
En el noreste de Nigeria, mientras tanto, 4,3 millones de personas padecen inseguridad alimentaria; un aumento de 600.000 personas, por la pandemia y sus consecuencias.
En Burkina Faso, donde la lucha está arraigando más profundamente, la cantidad de personas que enfrentan niveles de hambre en crisis se triplicó a 3.3 millones de seres humanos, ya que la COVID-19 agrava los problemas de desplazamiento, seguridad y acceso a los alimentos.
En Yemen, veinte millones de personas están en crisis, y otros tres millones podrían sufrir hambrunas debido al coronavirus . Producto directo de los recortes de fondos, sufridos por el PMA, 8,5 millones de beneficiarios sólo reciben asistencia de este Programa esencial, cada dos meses.
El mundo se queda quieto
“Hemos visto esta historia desarrollarse demasiadas veces … el mundo se queda quieto hasta que es demasiado tarde, mientras el hambre mata” sentenció Beasley, un estadounidense que anteriormente había sido gobernador de Carolina del Sur
El jefe del PMA hizo un cálculo financiero: Hay dos mil multimillonarios en el mundo, con un patrimonio neto colectivo de ocho billones de dólares. El PMA necesita 4.900 millones de dólares durante un año para evitar que mueran 30 millones de personas.
El PMA y sus socios estaban haciendo todo lo posible para llegar a 138 millones de personas este año, «la mayor ampliación de nuestra historia», dijo Beasley. Pero se necesitaba más dinero para ayudar a los 270 millones de personas “que marchaban al borde de la inanición».
Un paso adelante
Según Business Insider, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, el ex director ejecutivo de Microsoft, Steve Ballmer, el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, el magnate de los casinos Sheldon Adelson y otros, vieron aumentar su riqueza en miles de millones desde que comenzó la pandemia.
“No me opongo a que la gente gane dinero, pero la humanidad se enfrenta a la crisis más grande que hemos visto en nuestra vida”, dijo Beasley. «Es hora de que los que tienen más den un paso al frente, para ayudar a los que tienen menos en este momento extraordinario de la historia mundial».
“Existe un grave peligro de que muchas más personas mueran por las consecuencias económicas y sociales más amplias del COVID-19 que por el virus mismo, especialmente en África”, sentenció Beasley, “y lo último que necesitamos es que la cura sea peor que la propia enfermedad».
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