Quienes renuncian al matrimonio por el Reino de Dios, a sabiendas abrazan una vida de sacrificio. Para muchos, este sacrificio se ve agravado por la oposición de sus amigos y familiares, que va desde la consternación bien intencionada hasta el desdén, el abuso emocional y las amenazas de daño físico.
Incluso sin elegir la vida consagrada, para muchos vivir coherentemente con su fe les granjea el desacuerdo de amigos y familiares, y supone una prueba adicional difícil y dolorosa.
Pero esa fue, precisamente, la experiencia de muchos santos que nos han precedido. Como los que mostramos en esta galería:
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