El Prelado aseguró durante la homilía que “hoy nos mueve especialmente a la gratitud el testimonio de fe y entrega ofrecido por las 3 mártires de Astorga, que seguras en el amor divino y su providente cuidado no se dejaron vencer en ningún momento por el miedo, a pesar de la situación de persecución que se cernía sobre la Iglesia”.
Eucaristía de acción de gracias por la #BeatificaciónMártiresdeAstorga en la iglesia de San Pedro de #Ponferrada pic.twitter.com/kBjCPcXBvC
— Diócesis de Astorga (@DiocesisAstorga) May 30, 2021Las tres mártires de Astorga tenían 23, 25 y 41 años, murieron en 1936, durante la persecución religiosa de la Guerra Civil española (1936-1939) al no querer abandonar a los enfermos del hospital de Somiedo al que habían sido destinadas y al no renunciar a su fe, a pesar de las vejaciones a las que fueron sometidas. Fueron beatificadas el pasado sábado 29 de mayo en la catedral de Astorga (España).
“Ignoraron las advertencias, no ocultaron los objetos religiosos que llevaban, oraron sin falta, gritaron vivas a Cristo Rey, alimentado su amor a la Eucaristía y en la contemplación de Cristo en la cruz, acompañadas por la tierna cercanía de María, aprendieron a amar con amor maternal a los necesitados y en lo momentos finales no solo a los heridos, sino incluso como hizo Jesús, a su verdugos”, precisó el Obispo de Astorga.
Mons. Fernández también destacó que las tres laicas mártires de Astorga fueron conscientes “de participar en la vida divina por el bautismo y de estar llamadas a identificarse con Jesucristo”, por eso “cultivaron su fe desde el primer momento gracias a la mediación de sus familias, y también de las parroquias, de las asociaciones a las que pertenecían, fueron creciendo como discípulas priorizando los planes de Dios a sus propios planes y a las propuestas que les hacían para salvar su vida física”.
En el momento del martirio, el Obispo de Astorga aseguró que las tres jóvenes enfermeras “abrazaron la cruz y dieron su vida como supremo testimonio en el seguimiento de Cristo”.
Por eso animó a glorificar a Dios “por su testimonio apostolico, fieles a su vocación laical respondieron la llamada del Señor a transformar la realidad del mundo según los valores del Evangelio”.
El Prelado destacó que estas tres jóvenes cuidaron “con mimo” su compromiso familiar, pero también fue “modélico su testimonio caritativo y social con los más necesitados, yendo más allá de los meros gestos puntuales”, por eso recordó “su implicación sanitaria con los heridos en la confrontacion belica, su disposición al servicio desinteresado y abierto a cualquiera de los bandos, su actitud no violenta y de perdón en los momentos finales”.
E insistió en que ellas son “faros que iluminan un proyecto social basado en la reconciliación, el perdón y la fraternidad universal”.
Mons. Fernández también hizo referencia a la Jornada de oración Pro Orantibus, es decir, por la vida contemplativa, que se celebraba el domingo 30 de mayo, por eso animó a orar por “los monjes y las monjas de clausura que son faro en la noche oscura, en la ausencia pública de Dios y en el activismo prepotente. En esa oscuridad oran siempre por nosotros y acompañan con solicitud fraterna a los que sufren en este mundo”.
Y oró para que “el Señor los custodie en su amor y su fidelidad, los sostenga en su misión y los bendiga con nuevas vocaciones”.
“Invoquemos también al Señor para que siguiendo su estela y de la PIlar, Olga y Octavia y gracias a la intercesión de las tres mártires, aumente en nosotros el sentido de la providencia, propio de los hijos de Dios, nos haga discípulos cercanos del Señor y nos fortalezca el compromiso a favor de estructuras sociales fundamentales como es la familia y también las instituciones caritativas basadas en una cultura de diálogo y encuentro”, afirmó.
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