Francisco alentó a los fieles a compartir "las alegrías y las penas; a no imponerse a los demás, sino cooperar los unos con los otros; a tener la valentía y la humildad para pedir perdón y también para darlo; valorando los diferentes carismas que el Espíritu distribuye para la edificación común"
El domingo 30 de mayo, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la plaza de San Pedro en el marco de la fiesta de la Santísima Trinidad, el misterio del único Dios en tres Personas: Padre e Hijo y Espíritu Santo.
Un misterio inmenso que supera nuestra mente
Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano junto a los fieles que acudieron a la cita dominical, el Santo Padre explicó que estamos ante «un misterio inmenso, que supera la capacidad de nuestra mente, pero que habla a nuestro corazón».
“En cuanto amor, Dios, aunque es uno y único, no es soledad sino comunión El amor, en efecto, es esencialmente don de sí mismo, y en su realidad originaria e infinita es Padre que se da generando al Hijo, que a su vez se da al Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo, vínculo de su unidad”
Asimismo, Francisco puntualizó que este misterio de la Trinidad nos fue desvelado por el mismo Jesús: «Él nos hizo conocer el rostro de Dios como Padre misericordioso; se presentó a sí mismo, verdadero hombre, como Hijo de Dios y Palabra del Padre; habló del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, Espíritu de la Verdad, Espíritu Paráclito, es decir, nuestro Consolador y Abogado».
Y cuando se apareció a los apóstoles después de la Resurrección -continuó el Papa- Jesús los mandó a evangelizar «a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19):
“Por eso, la misión de la Iglesia y, en ella, la de todos nosotros, discípulos de Cristo, es hacer que cada hombre y cada mujer puedan sumergirse en el amor de Dios y recibir así la salvación, la vida eterna”
Bebamos de la fuente de la «Comunión Trinitaria»
Por otro lado, el Obispo de Roma subrayó que la fiesta de hoy, «nos hace contemplar este maravilloso misterio de amor y luz del que procedemos y hacia el cual se orienta nuestro camino terrenal», a la vez que «nos invita a fortalecer nuestra comunión con Dios y con los hermanos, bebiendo de la fuente de la Comunión Trinitaria».
Jesús ora antes de su Pasión: «Que todos sean uno»
Evocando el momento de la última gran oración de Jesús, recogida en el Evangelio de Juan y «elevada al Padre inmediatamente antes de su Pasión»; Francisco recuerda que el final de esa oración es como un testamento espiritual ya que en el corazón de Cristo brota una súplica que expresa la voluntad del Padre:
«Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado»(17,21).
El amor de Dios hace crecer a la Iglesia, no las palabras
En el anuncio del Evangelio y en toda forma de misión cristiana -dijo el Pontífice- no se puede prescindir de esta unidad invocada por Jesús; la belleza del Evangelio requiere ser vivida y testimoniada en la concordia entre nosotros, que somos tan diferentes.
Antes de finalizar, el Papa señaló que el signo vivo del Dios Trinidad «es el amor recíproco y hacia todos; compartir las alegrías y las penas; no imponerse a los demás, sino cooperar los unos con los otros; la valentía y la humildad para pedir perdón y para darlo; valorando los diferentes carismas que el Espíritu distribuye para la edificación común».
Y esta unidad -añadió el Santo Padre- es sencial para el cristiano, porque es la unidad que nace del amor, de la misericordia de Dios y de la presencia del Espíritu Santo en todos nosotros.
«María Santísima, en su sencillez y humildad, refleja la Belleza de Dios Uno y Trino, porque recibió plenamente a Jesús en su vida. Que ella sostenga nuestra fe; que nos haga adoradores de Dios y servidores de nuestros hermanos», concluyó Francisco.
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