Hoy, Martina Pigliapoco es la heroína del día. Se corre a entrevistar a la joven carabiniere de 25 años que fue la protagonista de esta empresa de mediación que duró 4 horas en un puente tibetano cerca de Cortina d’Ampezzo.
No lo habría imaginado, no había repasado las lecciones sobre cómo se está junto a una persona que intenta suicidarse. Se encontró en esa situación por casualidad y porque corrió. Su patrulla estaba cerca del lugar de donde había llegado el informe y, por la gravedad del hecho, Martina se puso a correr porque temía que la mujer hubiera ya saldado al vacío.
Estos son los hechos que confirman una de las más grandes intuiciones de Chesterton: «Cuando vale le pena hacer algo, vale la pena hacerlo mal». Heroísmo es correr donde hay necesidad sin estar seguros de estar listos, preparados, a la altura. La realidad nos llama sin darnos el tiempo de repasar los manuales, de evaluar pros y contras. Vale la pena estar, así como somos.
Un Ángel al teléfono
Después de la carrera el tiempo se detuvo. Al llegar cerca de la mujer que estaba por saltar del puente, Martina tuvo que reducir la velocidad, incluso sentarse. Empezó el largo proceso de mediación, es decir, el intento por establecer un contacto y lograr hacer desistir a la señora del suicidio.
Durante las primeras 3 horas hablé solo yo, ella lloraba y no contestaba. Pero solo me quería a mí en ese puente, alejó a todos los demás […] Toqué muchísimos temas. Le di vuelo a mi fantasía. Pero era esencialmente un monólogo, ella no quería descubrirse, quedar todavía más vulnerable. Luego, por sugerencia de un compañero mío, Ángel, empecé a hablar de la familia y ella respondió, confiándome los motivos que la habían llevado a pensar en el suicidio.
Ibid.
No eran solo dos en ese puente suspendido. Martina Pigliapoco logró permanecer en contacto a través del celular con un medidor profesional que la guió a través de mensajes de Whatsapp. Su nombre es Ángel.

Anna Svetlova | Shutterstock
¿Qué significa mediar? Para encontrar un punto de contacto entre sí y un desconocido es necesario sobrepasar mucho la línea mediana, esa falsa acogida de «este es mi espacio, este es tu espacio». Se necesitan 3 horas de monólogo para abrir una ranura en un corazón desesperado. La libertad de desencuadernarse a sí mismo a corazón abierto, esta es la forma suprema de mediación.
Una cordada sobre el vacío
Que estamos suspendidos, es la verdad. Mucho se derrumba y poco se sostiene, es lo que llevó a una madre al borde del suicidio. Lo que la mantiene aún en el mundo de los vivos fue recuperar lenta y pacientemente el pensamiento de su familia y tres hijos. Y muy probablemente eras demasiadas incógnitas que pesaban sobre esa misma familia lo que la precipitaron en el terror. No importa entrometerse demasiado en los fantasmas de esa madre, los conocemos. Quizá con matices distintos, menos oscuros, sabemos el peso que puede oprimir un alma, las incertidumbres económicas, el malestar psicológico agravado por la pandemia.
Nosotros mismos estamos en el mismo marco, suspendidos y aterrados. Cuenta Martina Pigliapoco el momento de inflexión sobre ese puente:
Dijo muchas cosas, me confió sus preocupaciones, sus problemas, lloraba y se desesperaba. De todas maneras, fue una leona. Estuvo a un paso del abismo durante cuatro horas seguidas, y luego encontró la fuerza de echarse para atrás. […] Cuando me di cuenta que algo había cambiado, me acerqué a ella, lentamente, hasta tocarla. La convencí de que subiera, ella logró montar la red de protección, se agarró a mi mano y vino hasta aquí, con una fuerza increíble.
Ibid.
Lentamente, hasta tocarla. Suena todavía más clamoroso para nosotros que ahora estamos acostumbrados a respetar el distanciamiento social. Pero un cierto distanciamiento social pésimo y nocivo siempre ha existido. Nos hemos siempre mantenido alejados de aquellos que apenas tocamos y que se asoman a sus propios abismos. Tocar al otro siempre ha sido una empresa heroica y rara. La presunción de salvarnos solos, posiblemente esquivando los problemas de los demás, siempre la hemos tenido.
Y hoy, nuevamente, estamos aquí escuchando la viva voz de quien cuenta una hipótesis opuesta vivida en carne propia. Porque en la cara de quien sea está escrito: «Tócame con cuidado, pero quédate aquí conmigo».


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