“Él era audaz. Él era valiente”, dijo el P. Michael Driscoll, de 76 años, a CNA, agencia en inglés del Grupo ACI.
“Él sabía cuando estaba en el púlpito si es que había gente entre los fieles tomando notas para los nazis sobre lo que estaría diciendo. Aun así, continuaba”.
El P. Driscoll ha enfrentado sus propias luchas. Se le diagnosticó un melanoma avanzado en 2004. Poco después, alguien le dio un pequeño trozo del traje negro del beato Brandsma, que el sacerdote estadounidense se colocaba cada día sobre su cabeza.
Pasó por una cirugía mayor, en la que los médicos le removieron 84 ganglios linfáticos y una glándula salival. Luego, se sometió a 35 días de tratamiento de radiación.
Con todo, su cáncer tenía muy poca posibilidad de supervivencia: del 10 al 15% tras 10 años.
En un comunicado publicado el 13 de diciembre de 2017, la Diócesis de Palm Beach anunció que “los médicos han asegurado que el cáncer del P. Driscoll ha desaparecido y han dicho que su buena salud en los últimos 12 años desafía todas las probabilidades”.
“Han asegurado que su curación y recuperación del cáncer de fase 4 no puede ser explicada médicamente”.
El aparente milagro podría llevar a la canonización del beato Titus Brandsma, y la Diócesis de Palm Beach, donde el P. Driscoll sirve como sacerdote retirado, envió sus hallazgos y evidencia al Vaticano, en diciembre del año pasado.
El P. Brandsma, sacerdote carmelita holandés, fue profesor y periodista y duro crítico de la ideología nazi. Luego de que los nazis ocuparon su país, en mayo de 1940, persiguieron a los ciudadanos judíos e hicieron fuertes restricciones a los demás.
El sacerdote defendió la libertad de educación y prensa católica contra las presiones de los nazi.
Debido en parte a su negación a expulsar a los niños judíos de las escuelas católicas, y porque se oponía a la propaganda nazi obligatoria en los periódicos católicos, fue arrestado por los nazis en enero de 1942.
Eventualmente, lo enviaron al campo de concentración de Dachau, en Alemania, sumándose a los 2.700 sacerdotes que estaban ahí, sufriendo de condiciones inhumanas y abusos.
Debido a que solo los sacerdotes alemanes tenían permitido celebrar Misa en el campo de concentración, ellos le alcanzaban la Eucaristía a escondidas, para que pudiera entregarla a varios prisioneros.
“Él recorría el lugar dando aliento a otros prisioneros y les daba también la Eucaristía”.
El P. Brandsma, que siempre tuvo una salud frágil, fue enviado al hospital de la prisión.
El P. Driscoll dijo que una enfermera le dio la inyección letal al P. Brandsma el 26 de julio de 1942, y este murió inmediatamente. Sus restos fueron cremados. Tenía 61 años.
Una enfermera de turno el día de la muerte del sacerdote testificó luego que la Gestapo, la policía secreta nazi, había ordenado su muerte.
“Antes de morir, él le dio a esta persona su rosario, que era un rosario muy primitivo”, y “le dijo que rece el rosario. Ella le objetó, diciendo que no entendía cómo y que ya no era una creyente”.
“Él le dijo que todo lo que tienes que hacer es ir de cuenta en cuenta y decir ‘ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén’. Y solo seguir diciendo ‘ruega por nosotros pecadores, ruega por nosotros pecadores’. Y eso es suficiente”, recordó el P. Driscoll.
El P. Brandsma fue beatificado en noviembre de 1985 como un mártir de la fe.
Para el P. Driscoll, la vida del sacerdote holandés nos enseña “a anunciar el Evangelio audazmente, fuertemente, y no tener miedo”.
El P. Mario Esposito, sacerdote carmelita de Nueva York y vice-postulador de la causa, dijo al Sun-Sentinel que no conoce de otros milagros atribuidos al P. Brandsma que estén bajo investigación.
“Esperamos que este pueda ser, pero hay estándares muy estrictos, y Roma va a ir en este caso con un peine de dientes finos”, dijo el P. Esposito.
Traducido y adaptado por David Ramos. Publicado originalmente en CNA.
También te puede interesar:
El testimonio de 8 niños que alcanzaron la santidad https://t.co/UWSm9HtKCF
— ACI Prensa (@aciprensa) 20 de noviembre de 2017
Publicar un comentario