El Prelado asegura que es impresionante lo que supuso en toda la cuenca del Mediterráneo y el Medio Oriente la irrupción del cristianismo y la adhesión a la persona de Jesucristo, “de modo que, en toda la persona que conocía a Jesús por la predicación de la fe cristiana, había un estupor ante el amor del Señor, el Salvador, que mostró su amor del Padre en el Espíritu Santo”.
Personas de todos los estratos sociales conocían la vida de Jesús y querían seguirle, por lo que reaccionaban “con estupor ante el amor de Jesucristo y el deseo de seguirle en la vida real”.
“Y, en la situación concreta en la que la fe les encontró, aparecía un deseo de entrega al Señor, porque su vida ya no les pertenecía”, explica en su carta semanal.
Según afirma Mons. Rodríguez, ahí es donde está el origen de la consagración religiosa. “El Padre me ama, me ha dado a conocer a Jesús y el Espíritu Santo me da capacidad para seguir a Cristo. En ello encuentro una libertad y una sensación de agradecimiento. Y, una vez que uno descubre el designio de Dios para conmigo, sentido como un proyecto de felicidad, se hace fácil encontrar el ‘sentido de la vida’ y la unidad y orientación de todo lo que uno es y puede hacer. Después viene el camino concreto, la forma vital que convierte en realidad el deseo ‘conformarme con Cristo’”.
Recordando unas palabras de San Juan Pablo II, el Arzobispo de Toledo asegura que “la vida consagrada imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida de Jesús, supremo consagrado y misionera a los discípulos que le seguían”.
La vida consagrada es la forma de vida “abrazada por Cristo” y llevada cabo “particularmente por las personas consagradas, según los distintos carismas fundacionales en los que se insertan, es de gran importancia para la Iglesia”, señaló.
Una vida que “está al servicio de la consagración bautismal de todos los fieles”, porque según explica el Arzobispo “al contemplar el don de la vida consagrada, la Iglesia contempla su íntima vocación de pertenecer solo a su Señor”.
En ese sentido, el Primado de España dijo que en un mundo con frecuencia agitado y distraído, la celebración de esta Jornada Mundial “puede ayudar, por supuesto, sobre todo a las personas consagradas, sometidas en ocasiones a trabajos grandes y a grandes incomprensiones de lo que es su vida”.
Pero también puede servir este día para “volver a las fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso de su consagración”, algo que les ayudará “a testimoniar con alegría a los demás cristianos, y aún a los alejados o no creyentes, que el Señor es el Amor capaz de colmar el corazón de la persona humana”.
De esta manera animó a que en nuestras comunidades se valore todo tipo de vida consagrada porque es vida “llena de vida y de Espíritu Santo”.
También explicó que la Jornada de la Vida Consagrada se celebra en la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo porque “esta fiesta del Señor es un signo de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, ‘los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente’”.
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