El Santo Padre celebró la Santa Misa, a las 10 de la mañana, en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, este primer domingo de Adviento, para la Comunidad Católica Congoleña que reside en Roma e Italia, y en la que participaron, aproximadamente, mil quinientas personas. Y lo hizo en su rito, animado por sus típicos colores y cantos. El rito congoleño que fue aprobado por la Santa Sede el 30 de abril de 1988, se caracteriza por la danza y el canto del pueblo de Dios que de este modo participa alegremente.
En su Homilía el Papa comenzó recordando a los fieles congoleños que Adviento significa venida. El Señor viene. Hoy primer día del nuevo tiempo litúrgico “el Señor viene también hoy en mi vida”. “Viene a tu vida”.
Adviento: Jesús viene
Con las lecturas del día, en su Homilía el Papa destacó que “aparece a menudo un verbo, venir, presente tres veces en la primera lectura, mientras que el Evangelio concluye diciendo que “viene el Hijo del Hombre”. Sí, porque como dijo Francisco, “Jesús viene: el Adviento nos recuerda esta certeza ya desde el nombre, porque la palabra Adviento significa venida. El Señor viene: ésta es la raíz de nuestra esperanza, la certeza de que entre las tribulaciones del mundo llega a nosotros el consuelo de Dios, un consuelo que no está hecho de palabras, sino de presencia, de su presencia que viene entre nosotros”. “ El Señor viene; hoy, primer día del Año litúrgico, este anuncio marca nuestro punto de partida: sabemos que, más allá de cualquier acontecimiento favorable o contrario, el Señor no nos deja solos”.
Después de recordar que el Señor vino hace dos mil años y que vendrá nuevamente al final de los tiempos, el Papa dijo que también viene hoy, “a mi vida, a tu vida”. Sí, esta vida nuestra, con todos sus problemas, sus angustias e incertidumbres, es visitada por el Señor. He aquí la fuente de nuestra alegría: el Señor no se ha cansado y no se cansará nunca de nosotros, desea venir, visitarnos.
“Hoy el verbo venir no se conjuga sólo para Dios, sino también para nosotros ”
El Papa Francisco destacó que en la primera lectura Isaías profetiza que “acudirán pueblos numerosos, que dirán: ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor!”. Mientras que el mal en la tierra deriva del hecho de que cada uno sigue su propio camino sin los demás, el profeta ofrece una visión maravillosa: todos van juntos a la montaña del Señor. Y precisamente en la montaña estaba el templo, explicó, la casa de Dios. De ahí que Isaías transmita “una invitación de Dios a su casa”. Sí, porque “somos los invitados de Dios, y el que es invitado es esperado, deseado”.
“ Vengan, porque en mi corazón no hay un solo pueblo, sino todos los pueblos ”
A los queridos hermanos y hermanas presentes en esta solemne celebración que “han venido desde lejos”, el Papa les recordó que “han dejado sus hogares, han dejado sus afectos y sus cosas queridas”. Y que cuando llegaron aquí, “encontraron acogida junto con dificultades e imprevistos. Pero para Dios, siempre son bienvenidos”.
“ Para Él nunca somos extraños, sino hijos esperados ”
Y también les dijo que la Iglesia es la casa de Dios: “aquí, por lo tanto, siéntase siempre en casa. Aquí venimos para caminar juntos hacia el Señor”. A la vez que recordó que “a la luz del Señor se pueden preferir la tinieblas del mundo”. “Al Señor que viene y a su invitación a ir a Él se puede responder que no”. “A menudo – dijo – no es un no directo, insolente, sino supeditado.” “Es el no del que Jesús nos advierte en el Evangelio, exhortándonos a no hacer como en los tiempos de Noé”.
Actitud egoísta del consumismo
A lo que explicó que en los tiempos de Noé todos reducían sus vidas a sus propias necesidades, contentándose “con una vida plana, horizontal, sin impulso”. “No había espera de nadie, sólo la pretensión de tener algo para sí mismo, para consumir”.
“ El consumismo es un virus que afecta a la fe en su raíz porque te hace creer que la vida depende sólo de lo que tienes, y así te olvidas de Dios que viene a tu encuentro y de los que te rodean”. A lo que añadió: “El Señor viene, pero tú sigues más bien los apetitos que vienen a ti; el hermano llama a tu puerta, pero te molesta porque perturba tus planes”. Lo que definió como “actitud egoísta del consumismo”, según la cual el “hermano llama a tu puerta, pero te da fastidio”. Francisco no dudó en afirmar que: “Se vive de las cosas y ya no sabe para qué cosa; se tienen muchos bienes pero ya no se hace el bien; las casas se llenan de cosas pero se vacían de hijos:
“ Éste es el drama de hoy: casas llenas de cosas pero vacías de hijos, el invierno demográfico que estamos sufriendo ”
Y prosiguió: Se desperdicia el tiempo en los pasatiempos, pero no se tiene tiempo para Dios y para los demás. Y cuando se vive para las cosas, las cosas nunca son suficientes, la avaricia crece y los otros se convierten en obstáculos en la carrera y así se termina por sentirse amenazados y, siempre insatisfechos y enojados, se eleva el nivel de odio. Yo quiero más, quiero más, quiero más”.
El sentido de la vida no es acumular
Por esto concluyó recordando que hay que velar y estar atentos. Hay que vencer esta tentación, el sentido de la vida no es acumular. También recordó que se rezaba en esta ocasión por la paz, “gravemente amenazada en el este del país, especialmente en los territorios de Beni y Minembwe, donde estallan conflictos, alimentados incluso desde fuera, en el silencio cómplice de muchos”.
“ Conflictos alimentados por quienes se enriquecen vendiendo armas ”
Hacia el final de su homilía el Papa recordó la figura de la beata Marie-Clémentine Anuarite Nengapeta, que fue violentamente asesinada no sin antes decirle a su verdugo, como Jesús: “Te perdono, porque no sabes lo que haces”. De ahí haya pedido, por su intercesión, que en nombre de Dios-Amor y con la ayuda de las poblaciones vecinas, “se renuncie a las armas, por un futuro que ya no sea de unos contra otros, sino de unos con otros, y nos convirtamos de una economía que usa la guerra a una economía que sirva a la paz”.
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