Cada vez que el mundo de la medicina descubre un nuevo avance, por pequeño que sea, puede suponer una enorme mejora en las vidas de los pacientes. Durante siglos, la pérdida de sangre, los problemas de anemia, provocaban miles de muertes en los campos de batalla o entre la población en general.
Las transfusiones de sangre y plasma son métodos relativamente modernos que revolucionaron el ámbito sanitario aunque en un principio provocaron cierto rechazo. Un método complicado y a veces polémico que despertó las suspicacias de muchas personas pero que, gracias a otras valientes, se impuso como algo habitual en los hospitales.
En Colombia, fue gracias a una mujer emprendedora, de espíritu luchador, que la enfermería conoció grandes avances durante todo el siglo XX. Se llamaba Elvira Dávila Ortiz y había nacido el 10 de febrero de 1917. Elvira estudió en varios colegios religiosos de su Colombia natal hasta que pudo marchar a Europa donde continuó formándose y viviendo en países como Inglaterra y Bélgica.
Cuando volvió a Colombia regresó al colegio del Sagrado Corazón de Bogotá y en el de las hermanas de la Presentación. Elvira quería seguir estudiando y consiguió que su padre le permitiera ingresar en 1938 en el Centro de Acción Social Infantil donde empezó a estudiar enfermería.
Elvira fue una alumna aventajada que ya entonces sorprendió a sus profesores con una tesis poco convencional. Su trabajo se centraba en un método poco conocido e incluso controvertido, la transfusión de sangre y plasma. Una tesis valiente que le valió el aplauso de los académicos. Convertida en enfermera titular, Elvira se dispuso a poner en práctica la teoría con la que había conseguido graduarse.
Sus primeros pacientes fueron los niños del Hospital de la Misericordia que sufrían anemias que a menudo podían llegar a ser mortales. Elvira les practicó transfusiones a través de la fontanela anterior salvando así muchas vidas de aquellos recién nacidos. A pesar del éxito de sus intervenciones, aún costó que sus ideas fueran completamente aceptadas. Pero ni ella ni los profesionales que la apoyaban se rindieron.
Poco después de graduarse, lideró la creación del primera banco de sangre de Colombia, bautizado como Banco de Sangre Bavaria. Allí trabajó intensamente para convencer a todo el mundo de la importancia de donar sangre y poco a poco consiguió su objetivo no solo en su país natal, sino también en toda Latinoamérica.
En 1944 marchó a los Estados Unidos para continuar estudiando y perfeccionándose en una profesión que se había convertido en la razón de su existencia. De regreso a casa, Elvira lideró varios proyectos médicos y se casó con Enrique Dávila, un prestigioso urólogo con el que tendría cuatro hijos. Convertida en un mujer casada, compaginó su vida personal con su tarea profesional que continuó intensamente.
Además de trabajar en varios proyectos de distintos hospitales, Elvira promovió la formación de enfermeras y religiosas que trabajaban sin haberse profesionalizado nunca. Un proyecto que culminó con la creación de una escuela de enfermeras vinculada a la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia.
Trabajadora incansable, Elvira Dávila dirigió el departamento de Enfermería del Hospital San Ignacio y fue también Directora de las Salas de Cirugía Profamilia. Tras una larga vida de dedicación al mundo de la enfermería y haber revolucionado la sanidad con sus innovadoras ideas, Elvira Dávila falleció el 25 de agosto de 2008 a los 91 años de edad.
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