Depresión: ¿Cómo convencer a un familiar para que se trate?

La depresión de un familiar tiene a menudo repercusiones negativas sobre el hogar. La pesadumbre permanente del deprimido y su cansancio terminan por crear un clima insoportable, acentuado considerablemente cuando hay una negativa a tratarse. ¿Qué hacer entonces?

Mostrarle que comprendemos lo que está viviendo

Primero veamos lo que no hay que hacer. Existe una tentación grande de pedirle que “reaccione”, que “haga un esfuerzo” por salir de su marasmo. ¡Pero nunca le pediríamos a un cojo que echara a correr!

Así que no puedes pedirle a una persona deprimida que reaccione porque, precisamente, es su “voluntad” la que está aquejada: ¡se le hace una montaña incluso el tratarse!

La primera actitud consiste en mostrarle que comprendemos lo que está viviendo. La persona deprimida está en un estado permanente de sufrimiento: la vida le parece apagada, sin propósito. Solamente percibe lo negativo.

A la pérdida de motivación se añade un cansancio intenso que la paraliza en una necesidad de no hacer nada. Esto es susceptible de irritar a las personas que conviven con la persona con depresión, que pueden pensar que el enfermo no está poniendo de su parte.

Igual que una persona es capaz de una dedicación infatigable hacia un familiar que padece un cáncer porque sabe que no puede hacer nada, sucede a menudo que no se muestra el mismo apoyo con una enfermedad percibida de forma más o menos confusa como algo imputable al enfermo (al menos en la negativa a tratarse).

Liberar la palabra para acompañar hacia los cuidados necesarios

El familiar sano debe luego permitir al deprimido expresar los sentimientos negativos que le asaltan. Él puede ser el primer terapeuta en la medida en que acepte esos sentimientos, teniendo cuidado de no subestimarlos o corregirlos.

Además, resulta útil que el deprimido pueda formular los motivos de su rechazo a tratarse: algunos pueden estar fundamentados si, en el pasado, algún tratamiento no fuera concluyente.

Este diálogo, al aportar cierto alivio al enfermo, puede darle deseos de buscar otro centro u otro profesional más eficaz.

No obstante, a veces la terapia necesita ir acompañada de medicación.

A menudo el deprimido puede ser escéptico sobre la eficacia de los antidepresivos, por lo que necesita saber que puede salir adelante, aunque tenga tendencia a desesperarse a causa de las recaídas cíclicas de las fases depresivas.

El encuentro con otra persona que haya conocido la depresión y que haya salido victoriosa podrá demostrarle que merece la pena buscar entre la variedad de antidepresivos el que pueda aliviarle, confiando en los consejos profesionales.

Por último, aunque no menos importante, conviene tener presente que los momentos de meditación en el abandono al Señor tienen un auténtico valor terapéutico.

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