Nicaragua: la moneda electoral está en el aire

Los obispos de Nicaragua piden al Gobierno reformas electorales que garanticen elecciones libres y transparentes en el país

Aunque a cualquier observador internacional las elecciones generales en Nicaragua parecerían muy lejanas (el domingo 7 de noviembre de este año), para gran parte de los 6.5 millones de ciudadanos de este país centroamericano están a la vuelta de la esquina.

Las maniobras del presidente Daniel Ortega Saavedra, por perpetuarse en el poder con su familia y su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), así como los intentos de dividir o de plano negar su participación a la oposición, hacen de estos comicios un punto de no retorno para muchos nicaragüenses.

Por lo pronto, de acuerdo con un sondeo realizado en enero pasado por la firma costarricense Cid Gallup, el FSLN encabeza las preferencias electorales con 25 por ciento a su favor, mientras que 13 por ciento votarían por otras opciones políticas. Sin embargo, un extenso 62 por ciento del electorado todavía no decide por quién va a votar.

El gran enemigo a vencer

Como sucede en muchos países de América Latina, el gran enemigo a vencer el próximo 7 de noviembre no es otro sino el fuerte abstencionismo de una población a menudo desencantada por la falta de solidez de los partidos políticos de oposición y por la capacidad de compra o coacción del voto de los partidos o los caudillos dominantes.

La encuesta de Cid Gallup muestra que, en el caso de Nicaragua, las cosa podrían ser distintas: 65 por ciento de los ciudadanos mayores de 16 años (la edad mínima para poder votar en este país) comenta que es “probable” que si vayan a ir a las urnas para elegir al nuevo Gobierno que entraría en funciones en enero de 2022.

Hay dos factores que, quizá, hagan que estos comicios sean el final de Ortega (de 74 años de edad). El primero es que sería su cuarto periodo presidencial (está por segunda vez en el poder desde 2007), con el desgaste que esto trae consigo, y, en segundo término, las protestas populares y la represión gubernamental que en abril cumplirán tres años.


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La apuesta todavía incierta de la oposición

Por lo demás, la persona que encabeza las preferencias electorales de la oposición es, curiosamente, alguien que no tiene partido político alguno. Se trata de Cristina Chamorro, hija de la ex presidente de Nicaragua Violeta Barrios de Chamorro (quien le arrebatara la continuidad a Ortega en su primer período en el poder) con 13 por ciento de menciones a su favor en la encuesta de Cid Gallup..

Si Ortega quiere reelegirse, seguramente la oposición presentará un candidato de unidad. Y este bien podría ser Chamorro, quien ya ha adelantado que si Ortega va, ella, tras someterse a un escrutinio de las fuerzas contrarias al régimen sandinista, se prestaría para buscar repetir la historia que protagonizó su madre.

No obstante el control total de Ortega y su esposa, la vicepresidente Rosario Murillo, del cuerpo legislativo, del judicial y del electoral, la aprobación por parte de los nicaragüenses de su gestión es baja: solamente 35 por ciento del electorado califica como “bueno” o “muy bueno” su gobierno, por 42 por ciento que lo ve “malo” o “muy malo”.

Reformas electorales urgentes

Por su parte, la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), en un mensaje de principio de Cuaresma, se sumó la semana pasada al llamamiento de los ciudadanos y de la oposición que piden al Gobierno reformas electorales que garanticen elecciones libres y transparentes en el país.

Los prelados nicaragüenses exhortaron a que en este año electoral «se superen todo tipo de enfrentamientos, descalificaciones y acciones contrarias a este ejercicio civil y democrático», toda vez que el Gobierno ha impulsado leyes que prácticamente borran la posibilidad de participar en los comicios a quienes estén fuera de la órbita del FSLN.

Hablándole a la oposición Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa, pidió a sus líderes de la oposición que escuchen las demandas de la población y que se alejen de la de palabras “bonitas” y de discursos “agitados” porque no es así “como se gana el corazón del pueblo”, sino con sencillez y sin prisa, sin huir de Nicaragua.

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