Según explicó a Ayuda a la Iglesia Necesitada su misión en Afganistán era “la asistencia espiritual y material a los pobres”.
La hermana Shahnaz llevaba en Afganistán desde 1999, en donde estaba con dos religiosas más: la hermana Teresia, de la congregación de María Bambina, y la hermana Irene, de la congregación de las hermanas de la Consolata.
En el año 2001, su congregación decidió unirse al proyecto “Salvad a los niños de Kabul”, que se inició por un llamamiento del Papa San Juan Pablo II.
La Iglesia en Italia respondió a este llamamiento de San Juan Pablo “con generosidad a través de la UISG (Unión Internacional de Superioras Generales) de Congregaciones religiosas”, destacó la religiosa.
“Teníamos una escuela para niños con retraso mental y síndrome de Down de 6 a 10 años, a los que preparábamos para entrar en el sistema escolar público. Con nosotras colaboraban maestros, cuidadores y cocineros nativos. Con la ayuda de las autoridades italianas pudimos llevarlos a ellos y a sus quince familias a Italia, donde han sido recibidos por congregaciones religiosas que han sido muy generosas y acogedoras”, explicó la religiosa.
Además, la religiosa recordó que a su llegada a Afganistán, la primera dificultad que afrontó “fue aprender el idioma local, porque en Afganistán no aprenden inglés y ni siquiera se puede enseñar".
Otra punto complicado de su adaptación al país “fue familiarizarse con su mundo, sus costumbres y su mentalidad para poder dialogar y estar cerca de ellos. La mayor dificultad fue no poder movernos libremente porque siempre teníamos que estar acompañadas por un hombre”, precisó.
“Yo, que tenía que realizar trámites en bancos y otros lugares, tenía que ir acompañada de un hombre nativo. Dos mujeres no significan nada y naturalmente no cuentan”, aseguró.
Pero según destacó a Ayuda a la Iglesia Necesitada, lo que más le marcó fue “el sufrimiento de ver a las mujeres tratadas como cosas. Un dolor indescriptible era ver a las jóvenes obligadas a casarse, con la persona indicada por el cabeza de familia, en contra de su voluntad”.
Además subrayó que la libertad religiosa no se respetaba ya antes de la retirada de los militares occidentales y el posterior regreso de los talibanes al país.
“Porque para los afganos los extranjeros occidentales son todos cristianos, así que siempre nos controlaban y no permitían ningún signo religioso. Las religiosas teníamos que vestir como las mujeres nativas y no podíamos llevar un crucifijo visible”, explicó.
En relación con su salida del país el pasado agosto tras la llegada de los talibanes al poder el pasado mes de agosto, la religiosa recordó que fueron “momentos muy difíciles, pues estábamos encerradas en casa y teníamos miedo. Desde hacía más de un año solo éramos dos [hermanas en la comunidad]. En cuanto fue posible, la religiosa que me acompañaba se fue y me quedé sola hasta el final”.
“Ayudé a las Hermanas de la Madre Teresa, nuestras vecinas, a salir con sus catorce niños gravemente discapacitados y sin familia y a embarcar en el último vuelo a Italia antes de los atentados. Si ellos no hubieran sido rescatados, no nos hubiéramos ido”.
Además agradeció su ayuda al Ministerio de Asuntos Exteriores italiano y a la Cruz Roja Internacional “por ayudarnos a llegar al aeropuerto, y al P. Giovanni Scalese, representante de la Iglesia católica en Afganistán, que estuvo con nosotras hasta que nos fuimos”.
“Fue un desplazamiento difícil desde Kabul hasta el aeropuerto, con dos horas de espera y con tiroteos, pero al final llegamos”, recordó.
La hermana Shahnaz Bhatti explica que familias de niños que atendían en Kabul y que no han podido salir del país “siguen llamándonos y pidiéndonos ayuda, se han quedado en sus casas y corren peligro”.
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