Hambre y carestía alimentaria: Los pobres, “víctimas colaterales” de la guerra en Ucrania

La combinación de guerra y pandemia será letal para los olvidados de la Tierra

El mundo parece no haber entendido nada, ni aprendido que la guerra, donde quiera que se presente, es un juego de suma cero: nadie gana en ella. Y, por el contrario, todos pierden. Hasta los que no participan en ella por estar a miles de kilómetros de distancia. Especialmente, los más pobres.

Una de las consecuencias que ya se siente en las casas de millones de familias es el aumento brutal del precio de los alimentos básicos. En zonas deprimidas, como en África subsahariana o países de medio oriente, el fantasma del hambre empieza a cubrir las expectativas de vida de mujeres, niños, ancianos.

Y es que la zona del llamado Mar Negro, donde confluyen Rusia y Ucrania –y donde se está peleando por controlarla por parte de Rusia y por defenderla, por parte de Ucrania—es ni más ni menos que el granero de la Tierra. Y la guerra ha interrumpido todo: cosecha, exportación, distribución…

Combinación letal

La FAO (la organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) anunció que en marzo pasado el precio de los alimentos tuvo una subida récord: 12,6 por ciento en comparación al mes de febrero, cuando el 24 de ese mes inició la invasión rusa a Ucrania.

En los países ricos el aumento del costo de los alimentos va directamente relacionado al aumento de los combustibles. Sin embargo, como es una triste realidad mundial, los que van a sufrir más son los pobres, los que dependen de la ayuda humanitaria para poder sobrevivir (y de los fertilizantes rusos para poder sembrar algo).

La FAO ha señalado que, en este momento, los costos de los alimentos son los más elevados de las últimas seis décadas. Y con la perspectiva de que sigan creciendo por los precios de la energía, que impactan en los combustibles necesarios para producir y exportar alimentos y productos agrícolas.

Si en 2020, según la ONU, la cantidad de personas que comían solamente una comida al día (o, prácticamente, ninguna) era de 92,8 millones de seres humanos, el número podría crecer en proporciones incalculables en 2022. La combinación de guerra y pandemia será letal para los olvidados de la Tierra.

La ayuda humanitaria en peligro real

David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU que entrega raciones alimentarias a 125 millones de personas, aseguró ante el Consejo de Seguridad de este organismo multilateral que ya ha empezado a reducir las raciones para millones de familias en distintas partes del mundo.

En Yemen, señaló, ocho millones de personas acaban de ver reducida su asignación de alimentos en un 50 por ciento “y ahora existe la posibilidad de llegar a cero raciones”. En países como Egipto, que normalmente recibe 85 por ciento de sus granos de Ucrania, o Líbano, que en 2020 recibió 81 por ciento, la crisis empieza a ser alarmante.

El Programa Mundial de Alimentos compra el 50 por ciento de sus granos de Ucrania, añadió Beasley. Con los misiles de Rusia golpeando buena parte de este “granero” mundial, ¿cómo garantizar siquiera un mínimo de cosechas para la ayuda humanitaria?

Se supondría que el mundo «civilizado» avanzaba hacia una concepción de realidad global, donde los problemas y las soluciones se interconectan y se afectan recíprocamente. Lejos de ello, los nacionalismos, los fanatismos y la falta de conciencia del otro, ha desatado un infierno. Dios es el futuro.

JOSE DAVID CHAPARRO

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