El Papa pide en Misa Crismal dejar que el Señor destruya nuestros "ídolos escondidos"

VATICANO, 14 Abr. 22 (ACI Prensa).- El Papa Francisco presidió la Misa Crismal este Jueves Santo, 14 de abril, en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano con la asistencia de numerosos sacerdotes de la Diócesis de Roma y miembros de la Curia Romana a quienes les pidió destruir sus “ídolos escondidos”.

En el transcurso de la celebración, el Papa bendijo el Santo Crisma y los demás Óleos Sagrados, Óleo de los Catecúmenos y Óleo de los Enfermos, que se usarán a lo largo del año para impartir los sacramentos. Además, los sacerdotes presentes renovaron las promesas realizadas el día de su ordenación.

Según indicó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, concelebraron con el Papa más de 1.800 sacerdotes y estuvieron presentes en la Basílica de San Pedro más de 2.500 fieles.

En su homilía, el Santo Padre pidió “dar espacio para que el Señor pueda destruir nuestros ídolos escondidos” y estar atentos “para que no renazca la cizaña de esos ídolos que supimos esconder entre los pliegues de nuestro corazón”.

El Papa recordó que el Señor “es un buen pagador” y que “no hay salario mayor que la amistad con Jesús. No olviden esto. No hay paz más grande que su perdón. Y esto lo sabemos todos. No hay precio más costoso que el de su Sangre preciosa, que no debemos permitir que se desprecie con una conducta que no sea digna”.

Al reflexionar en las lecturas de la Misa, el Santo Padre describió que “son invitaciones del Señor a que le seamos fieles, a ser fieles a su Alianza, a dejarnos amar, a dejarnos perdonar; no solo son invitaciones para nosotros mismos, sino también para poder así servir, con una conciencia limpia, al santo pueblo fiel de Dios” y agregó que “la gente se lo merece e incluso lo necesita”.

Por ello, el Papa invitó a “fijar los ojos en Jesús” porque “es una gracia que, como sacerdotes, debemos cultivar” y los animó a no dejar de realizar diariamente un examen de conciencia “al terminar el día hace bien mirar al Señor y que Él nos mire el corazón, junto con el corazón de la gente con la que nos encontramos”.

“No se trata de contabilizar los pecados, sino de una contemplación amorosa en la que miramos nuestra jornada con la mirada de Jesús y vemos así las gracias del día, los dones y todo lo que ha hecho por nosotros, para agradecer. Y le mostramos también nuestras tentaciones, para discernirlas y rechazarlas. Como vemos, se trata de entender qué le agrada al Señor y qué desea de nosotros aquí y ahora, en nuestra historia actual”, afirmó.

En esta línea, el Santo Padre alertó sobre los “demonios educados” que “poco a poco toman posesión de la casa, por lo que tenemos que estar atentos” y exhortó a desenmascarar los “ídolos” para “dejar que Jesús nos haga ver que en ellos nos estamos buscando mal a nosotros mismos sin necesidad, y que dejamos un espacio en el que se mete el Maligno”.

“Debemos recordar que el demonio exige que hagamos su voluntad y le sirvamos, pero no siempre requiere que le sirvamos y adoremos continuamente. Sabe moverse, es un ‘gran diplomático’. Recibir la adoración de vez en cuando le es suficiente para mostrarse que es nuestro verdadero señor y que todavía se sienta dios en nuestra vida y corazón”, advirtió.

De este modo, el Papa Francisco destacó que “Jesús es el único camino para no equivocarnos en saber qué sentimos, a qué nos conduce nuestro corazón. Él es el único camino para discernir bien, confrontándonos con Él, cada día”.

Tres idolatrías

Luego, el Papa Francisco describió “tres espacios de idolatría, de idolatría escondida en los que el Maligno utiliza sus ídolos para depotenciarnos de nuestra vocación de pastores e ir apartándonos de la presencia benéfica y amorosa de Jesús, del Espíritu y del Padre”.

El primer espacio de idolatría que el Papa mencionó fue la “mundanidad espiritual” y explicó que “una propuesta de vida, es una cultura, una cultura de lo efiímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje”.

“Su criterio es el triunfalismo, un triunfalismo sin Cruz. Y Jesús reza para que el Padre nos defienda de esta cultura de la mundanidad. Esta tentación de una gloria sin Cruz va contra la persona del Señor, contra Jesús, que se humilla en la Encarnación y que, como signo de contradicción, es la única medicina contra todo ídolo”, indicó el Papa.

Ante eso, el Santo Padre resaltó la importancia de “ser pobre con Cristo pobre y porque Cristo eligió la pobreza” que es “la lógica del Amor y no otra” además de ser un buen antídoto para no ser “un sacerdote mundano” que “no es otra cosa que un pagano clericalizado”.

El segundo espacio de idolatría escondida que el Santo Padre describió fue “la primacía al pragmatismo de los números” y alertó sobre el “amor a las estadísticas” ya que esas “pueden borrar todo rasgo personal en la discusión y dar la preeminencia a las mayorías que, en definitiva, pasan a ser el criterio de discernimiento”.

“Éste no puede ser el único modo de proceder ni el único criterio en la Iglesia de Cristo. Las personas no se pueden ‘numerar’. En esta fascinación por los números, en realidad, nos buscamos a nosotros mismos y nos complacemos en el control que nos da esta lógica, que no tiene rostros y que no es la del amor”, lamentó el Papa.

El tercer espacio de idolatría escondida que el Santo Padre mencionó fue el que se abre con “el funcionalismo, un ámbito seductor en el que muchos, más que con la ruta se entusiasman con la hoja de ruta” y añadió que “la mentalidad funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. De a poco, este ídolo va sustituyendo en nosotros la presencia del Padre”.

“En estos dos últimos espacios de idolatría escondida (pragmatismo de los números y funcionalismo) reemplazamos la esperanza, que es el espacio del encuentro con Dios, por la constatación empírica. Es una actitud de vanagloria por parte del pastor, una actitud que desintegra la unión de su pueblo con Dios y plasma un nuevo ídolo basado en números y planes: el ídolo de «mi poder, nuestro poder», nuestros programas, nuestros números, nuestros planes pastorales”, advirtió el Papa.

Por último, el Santo Padre invitó a pedirle a “San José, padre castísimo y sin ídolos escondidos, que nos libre de todo afán de posesión, ya que este, el afán de posesión, es la tierra fecunda en la que crecen los ídolos”.

Que San José “nos dé también la gracia de no claudicar en la ardua tarea de discernir estos ídolos que, con tanta frecuencia, escondemos o se esconden. Y también le pedimos que allí donde dudamos acerca de cómo hacer las cosas mejor, interceda para que el Espíritu nos ilumine el juicio, como iluminó el suyo cuando estuvo tentado de dejar ‘en secreto’ (lathra) a María, de modo tal que, con nobleza de corazón, sepamos supeditar a la caridad lo aprendido por ley”, concluyó el Papa.

Al finalizar la homilía, los diáconos trasladaron los Óleos frente al altar, los presbíteros renovaron sus promesas sacerdotales y, tras la renovación de las promesas, el Pontífice bendijo los Óleos.

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